MARCELO FIGUERAS
Buenos Aires (1962)
Mar del Plata. Me gusta mi actitud. Estoy sentado como si fuera el rey del universo en una silla que parece más un trono que una silla. Mi madrina le decía a mi viejo que yo tenía una sonrisa maravillosa y que por favor cuidara que mi sonrisa no desapareciese. Bueno, mi sonrisa se arruinó, obviamente, pero la culpa no fue de mi viejo. Ojalá todos los padres pudiésemos preservar la sonrisa de nuestros hijos.
“La escritura es un ejercicio, es un laboratorio de empatía. Escribir implica ponerse en las pieles de otros, que suelen ser muy distintos de uno”
Escribir es la mejor forma de pensar que conozco. De otra forma, no sé cómo haría para procesar y metabolizar las experiencias que me han tocado vivir, desde lo privado y lo personal hasta el hecho de vivir en este país, en este tiempo. Escribo porque estoy tratando de aprender a vivir cada vez mejor. Y esta necesidad de desarrollar empatía, este entender los puntos de vista de los otros me parece fundamental. La otra opción es simplemente la intolerancia o la sensación de que la única verdad es la que lo asiste a uno. Yo creo que cada una de mis novelas ha sido, muchas de manera muy inconsciente, un intento de entender mejor: entender mejor la vida en general, la vida en este país en particular; que cada novela ha planteado una pregunta o un interrogante que yo, de algún modo, he encontrado una forma de responderme. No a través del ensayo ni de la investigación histórica pura y dura, sino a través de historias. Las historias me proveen una posibilidad increíble de aprender cada vez a pensar y a sentir mejor.