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La comunidad barrial necesitaba un jardín
Susana y Ana María
Editado por Rumbo Sur

Del libro:
PRIMERA INFANCIA
Intervención Social en la Ciudad de Buenos Aires.

Editado por Rumbo Sur

Somos integrantes de la asociación “Damas Salesianas”, una agrupación de mujeres que trabaja en voluntariado social. Este es nuestro jardín maternal en el barrio de La Boca, que comenzó a funcionar como tal en 1993. Antes “en el año 91” habiamos empezamos a trabajar en el barrio dando apoyo escolar, pero la comunidad barrial necesitaba un jardín porque los únicos que existían eran dos jardines municipales donde era muy difícil que los chicos ingresaran, y maternal había uno solo que funcionaba en el jardín “Quinquela”, sobre la ribera. Nos decidimos a cumplir con esa necesidad barrial y empezamos a pulmón (esto, antes, era un galpón que pertenecía a la asociación Salesiana, que lo usaba para oratorios).

Ahí empezamos a traer cunitas y corralitos que teníamos en casa o de gente amiga. Lo nombramos guardería; un nombre horrible, porque queda como un sitio para guardar cosas y los chicos no son eso, pero era la denominación que se le daba a esos espacios, no se llamaban “jardines maternales”.

Comenzamos con chicos del barrio de distintas edades, primero con dos nenes vecinos de aquí y después se sumaron algunos más (5 o 6 chicos en total). Y les dábamos un poco de leche que traíamos de nuestras casas en carácter de desayuno. Arrancamos en septiembre del año 93, teníamos una chica que vivía en el barrio y venía a ayudar con las tareas de limpieza. A los dos meses se nos planteaba como objetivo que el sitio fuera un lugar donde las mamás dejaran a los nenes para poder ir a trabajar, pero era un horario muy restringido para un trabajo. Planteamos en una reunión extender el horario y que los chicos también almorzaran. Nos esmerábamos en tratar de lograr ese objetivo inicial: que La Boca tuviera un jardín como al que habían ido nuestros hijos, es decir, que tuvieran la oportunidad como si fuera un jardín privado con las mejores cosas posibles. En el año 99 hicimos tratativas con Educación, porque las asistentes sociales nos habían dicho que podíamos conseguir docentes, y cuando vinieron a ver el espacio lo primero que nos dijeron fue que querían el espacio para ellos, para tener un jardín del Estado, y nosotras quedaríamos como una asociación cooperadora.

Un Jardin Maternal como opción

En 2007 pudimos hacer un convenio con Educación y entramos a un programa que se llama ZAP (Zona de Acción Prioritaria) que trabaja con parejas pedagógicas. Organizamos salitas de 1 y 2 años, un poco más profesional que antes, no solo a voluntad, y las docentes eran capacitadas para el trabajo maternal. Nos convertimos en Jardín Maternal, atendiendo a todos los chicos que puedan ingresar y con lista de espera, que en lo posible intentamos reubicar en otros jardines o CPI.

Siempre buscamos que nos dieran apoyo, pero sin cambiar la esencia (tal vez, por eso no lo sentimos tanto). Necesitábamos que nos ayudaran para plasmar lo que queríamos. Son cosas que en un Estado, cuanto más grande, más lento y más difícil resulta todo. En cambio, cuando las cosas van para ciertas cuestiones hace falta ser más expeditivo. No nos molestaba que nos vinieran a controlar, al contrario: vení, pasá, fíjate que acá está todo. Si me decís que eso ahí no, lo sacamos. Con el tema de los alimentos pasa lo mismo. Teníamos reuniones mensuales y todo el mundo se quejaba de que no les alcanzaba la comida. A nosotras, en cambio, nos traían viandas para 15 niños y alcanzaba para todos. El Ministerio nos brinda  los docentes, hay una figura de asociación que sirve como referente y puedo manejarme con el Ministerio, hay una coordinadora pedagógica que pertenece al programa y un equipo de psicólogos, que viene si hay alguna situación muy puntual con alguna familia para orientarla.

El cupo es de 28, 14 por sala, porque esa es la directiva que da el Ministerio en el caso de los maternales. Se trabaja en parejas pedagógicas, dos docentes por cada turno. Los chicos vienen a las 9, se retiran a las 15:30 y la mayoría almuerza acá. Son familias del barrio, algunas monoparentales y otras no. A veces vienen algunas familias que no son de acá pero trabajan cerca. Tenemos alumnos cuyos papás venían acá cuando teníamos alumnos más grandes.

En un momento, cuando empezaron a funcionar los CPI tuvimos varias reuniones en el Ministerio de Desarrollo Social y fuimos uno de los jardines elegidos para transformarlo en CPI. Nos dieron una carpeta de condiciones, derechos y obligaciones, y lo analizamos. El tema de instalar un CPI requiere organizar una escuela en miniatura. Es un montón de personal que queda a cargo de uno y, en función de la cantidad de niños que teníamos, el programa daba una beca por cada uno. Primero, nuestra evaluación fue que tener tanto personal a cargo era demasiada responsabilidad (si hubiera sido 15 años antes tal vez nos hubiéramos animado), y a partir de eso siempre fuimos muy precavidas, cuidando los pocos ingresos que tenemos. Lo que no nos funcionaba era que si falla algo como, por ejemplo, que algún docente no está conforme e inicia un juicio laboral, no estaríamos en condiciones de afrontar una situación de tanta responsabilidad.

Hay dos CPI vecinos (uno sobre Patricios y Suárez y otro por Quinquela, llegando a Patricios), e hicieron un jardín muy grande por Casa Amarilla (solo desde lactantes hasta 5 años). Es decir, se amplió un poco la oferta pero no de maternales. Hay pocas opciones porque hay chicos de 3 que quedan afuera. Con esto de los CPI se amplió un poco más la oferta.

La Boca y más allá

El barrio no escapa a las realidades de otras zonas. Cambió muchísimo. Muchos años atrás la gente del barrio se quejaba de los que se sumaban al barrio, y había una separación por zonas, como dos mundos diferentes. La realidad es que hay gente que viene de países limítrofes y otros del interior del país, la mayoría con ganas de mejorar y en busca de futuro para sus chicos. Tenemos, por ejemplo, el caso de Débora (sus chicos vienen al jardín) que trabaja con nosotras en la parte de cocina con los alimentos. A una le pone contenta que muchos terminen sus estudios para progresar. Han venido mamás que nos cuentan que en la casa los nenes antes de comer se lavan las manos, y eso para nosotras es muy importante. Hay papás que están hace 10 o 15 años acá, y sus hijos nacieron acá, pero hay otros que recién llegan porque estaban sus parientes. Hemos tenido muchos de Paraguay, porque hay una comunidad que se instaló acá, y se organizan sus partidos de vóley. Son muy solidarios entre ellos y con nosotras.

Encuadre y espíritu de trabajo

Las maestras trabajan con los chicos a través del juego con la adquisición de hábitos, como los motores, y les damos todas las pautas. Se los apoya siguiendo distintos criterios pedagógicos y se trabaja para la libertad de movimientos y la adquisición de la postura, tanto con ellos como con los papás (se quedan en el jardín el tiempo que haga falta). Las maestras van poniendo los tiempos, para que los chicos logren lo que llamamos en pedagogía su “apropiación del espacio”.  Antes de que los chicos ingresen se va citando a los padres y tienen entrevistas. Ahí cuentan cómo es la realidad del nene, la realidad de la familia y, a medida que va transcurriendo el año, se va conociendo más a la familia. Desde hace ya 2 años se trabaja de forma integrada con nenes de 1 y 2 años, porque una de las coordinadoras pedagógicas propuso la idea. Para las maestras fue un tema aceptar que podían trabajar conjuntamente con nenes de dos edades distintas, pero se probó y resultó. En las dos salas se deja a alguno que estuvo el año anterior, porque eso facilita el ingreso de los nuevos.

En una época, dentro del programa del Ministerio de Educación, la Subsecretaría de la que dependemos, Equidad Educativa, habíamos logrado un convenio con nivel inicial. Así, les daban a nuestros chicos cierta prioridad, como si tuvieran hermanitos. Lamentablemente, ahora se inscriben por internet y quedan sin vacante o en lista de espera.

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