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Procesos educativos, pedagógicos y también asistenciales
Angélica Manrique
Magdalena García Pena
Editado por Rumbo Sur

Del libro:
PRIMERA INFANCIA
Intervención Social en la Ciudad de Buenos Aires.

Editado por Rumbo Sur

Somos una institución que trabaja de forma pedagógica y educativa con los nenes, que está muy enfocada en el trabajo con las familias y a la posibilidad de que mientras los nenes estén acá, también tengan una inserción laboral las mamás y los papás. En “Pilarcitos” tenemos tres salas. Cada sala está compuesta por 25 niños, con una maestra y una auxiliar.

Nosotros trabajamos con la villa 21-24, con tres programas más, pero el foco está en la gente que vive en la villa. Se decidió que las auxiliares fueran madres que vivieran en la villa y que hayan tenido contacto con alguno de los otros dos programas (el programa educativo o “Conín”). Hoy la auxiliar de sala de tres es una mamá del barrio, lo que también nos hace trabajar en conjunto, no solo con los nenes sino también con las mamás. Las auxiliares tienen una capacitación igual a la de las docentes. Las docentes son maestras con título, y las capacitaciones que brindan tanto el Gobierno de la Ciudad como la Fundación, o agentes extras con los que nos conectamos, se dan también a los auxiliares. Son procesos educativos, pedagógicos y también asistenciales.

La comunidad con la que trabajamos

La mayor parte de la población viene de la villa, pero estos últimos meses, y ya desde el año pasado, viene gente de Nueva Pompeya y pasando el puente Alsina; tenemos, pasando provincia, algunas familias integradas. Se han enterado por el boca a boca, porque en la zona hay pocos CPI. Y estando tan cerquita provincia —solo nos separa el puente Alsina— se les hace muy fácil venir hasta acá.

El perfil de las familias que vienen de la villa, es de familias que, geográficamente, tienen sus casas ubicadas en lugares precarios. Son casas que están en mal estado. Tenemos familias que tienen pocas posibilidades de trabajo, en donde los papás hacen changas, las madres son cabeza de hogar o trabajan algunas horas con trabajos en negro. No tenemos casi personas con trabajos en blanco, lo que también genera otra dificultad. La mayoría de estas familias es monoparental. Después, hay algunas que son familias nuevamente constituidas, o los abuelos son los encargados de los nietos. Tenemos diferentes tipologías de familias.

Las familias que viven en Nueva Pompeya tienen otra situación. Pueden pagar el alquiler y tienen trabajos en blanco, pero igual tienen otras necesidades, más allá de las económicas. Hay mucha violencia intrafamiliar. Hay veces que, además, las cuestiones de lo emocional son trabajadas en el CPI.

Para ingresar al CPI hacemos una entrevista de vulnerabilidad. Es un formato que manda el Gobierno de la Ciudad, pero junto con la trabajadora social se ahonda en las problemáticas que puedan llegar a tener. Muchas veces la violencia no es directamente contra los niños, sino que son las madres las que fueron víctimas de violencia en su infancia, y todo eso tiene una repercusión que se va detectando ahí. Después de que nosotros detectamos que hay una problemática, hacemos un trabajo particular con cada familia, mediante una entrevista en la casa para conocer un poquito más la calidad en que se vive ahí. La familia puede tener las condiciones económicas necesarias, puede no tener problemas de violencia fuerte, pero puede tener otras problemáticas que no están dentro del marco de las preguntas de ingreso. ¿Cómo se llega a eso?: en el habla, en el conocer a la persona. Y por ahí se ve que no está ahí, pero uno lo detecta en esa conversación que se genera.

Trabajamos con organizaciones como el CIN, el Centro de Lugano, el CET (Centro de Estimulación Temprana), y con algunos hospitales. Lo que hacemos es comunicarnos con los profesionales y ahí empezar a derivar los casos, para que no queden aislados.

Visitando la casa, conociendo la familia

Es una propuesta de nuestra Fundación Pilares, para poder conocer la cualidad de cómo se vive, porque es diferente cuando se cuenta cómo está la situación y cuando las maestras y las auxiliares (no solo el equipo técnico) van. Para que no sea algo contado, sino algo vivido. Las maestras también tienen la posibilidad de ir a las casas; todo esto con la autorización de la familia, es todo con previo aviso, para que no se sientan invadidas. Para poder ir a las casas y conocer un poquito más de la calidad en que viven los nenes y entender qué es lo que pasa acá, porque nosotros evidenciamos las problemáticas también en la sala. Cuando las maestras ven que algo está diferente, que un niño que venía bien empieza a llorar, a enfermarse por una situación que desconocemos, es el punto para empezar a indagar qué es lo que está pasando en esa familia.

Hemos evidenciado muchos casos de falta de comunicación, de falta de desarrollo del lenguaje verbal. Entonces también nos preguntamos por qué sucede esto. Por qué un niño de tres años, que ya tiene la capacidad de poder hablar y comunicarse por medio del lenguaje verbal, no lo hace. Ese es el punto de partida para ver lo que está pasando en esa familia. Entonces nos damos cuenta de que los nenes están mucho tiempo solos, o que no tienen una relación vincular con los papás porque están al frente de un televisor, o en un corralito, o no tienen espacio para moverse. Las habitaciones que ellos tienen son espacios muy pequeños, y casas en conventillos. Entonces, tampoco tienen espacio y hay muchos problemas entre los vecinos, lo que tampoco permite que los niños puedan movilizarse ni socializar.

Al llegar a un espacio donde pueden socializar, donde tengan que empezar a hablar y a comunicar, primero se identifica la necesidad y después empieza a tratarse. Niños que no tienen capacidad de movimiento, que no pueden saltar en un pie, no pueden correr, o temen salir, tocar o experimentar diferentes materiales; son también niños que tuvieron una repercusión atrás y que no se les hizo un acompañamiento debido, por desconocimiento por parte de los papás o por la misma situación en la que están sumergidos.

La problemática del migrante

La población está muy marcada por familias migrantes del Paraguay. La mayoría de la gente que viene de la villa de la zona donde nosotros trabajamos son familias de Paraguay, jóvenes migrados con hijos argentinos. Ahora tenemos alguna parte de la población que viene de Bolivia y de Perú, pero la mayoría son argentinos hijos de paraguayos. Por la cantidad que hay de comunidades paraguayas vimos la necesidad de estas mamás que, aunque entienden el español, se les dificulta hablar. Entonces se generó la posibilidad de tener voluntarias, de que docentes conocidas de la trabajadora social y de la psicopedagoga brindaran un taller de guaraní y español. Lo que se hace en el taller en un primer momento es darles herramientas básicas para que ellas se puedan comunicar en español. Se trata un poco de escribir, entender y hacer cosas como armar un currículum, presentarse a un trabajo, ir a una cita médica; cosas prácticas que les resulta muy difícil comunicarse porque hablan en guaraní con sus hijos, con su familia, y con todo su entorno. Al empezar a hablar en español se les hace difícil comunicar. Nosotros empezamos el taller en mayo; se hizo de mayo hasta las vacaciones de invierno como una primera ronda. Y ahora seguimos con la segunda ronda, donde se han sumado mamás de otros países.

Tenemos mamás de República Dominicana, de Perú, de Bolivia, que tienen esa inquietud de empezar a comunicarse en otro país donde también se habla en español, pero con modismos muy diferentes. Estamos con esa propuesta, un taller que se da los miércoles cada quince días.

Sin el soporte familiar el CPI se torna vital

Hubo un cambio de roles por un factor económico. Que la mujer haya tenido que salir de su casa a trabajar y a buscar cómo sostener una familia empezó a generar eso: que los niños ya no tienen un canal de cuidado como yo no alcancé a tener, pero mis papás sí pudieron, donde los cuidaba la abuela, los cuidaba la mamá, los cuidaba una tía. Esa cadena de cuidado ya no se genera. Y en muchas de las familias que vienen acá, los papás tampoco tienen un soporte, un sostén familiar con el que puedan decir “yo te dejo hasta los cinco años con tu abuelo y salgo a trabajar”. Hay una necesidad laboral importante y las familias necesitan dejar a sus hijos en un lugar cuidado. Eso también permitió que la primera infancia tuviera un foco, educativa e institucionalmente. Porque, seguramente, antes estábamos con los abuelos y con los tíos, pero ahora necesitamos una institución que soporte eso que ya no soporta la familia. Una institución que cuide, contenga y alimente; que complete esas necesidades que ya, laboralmente y por el momento en que se encuentra la sociedad, no se pueden soportar.

El cuidado debe ser integral porque el CPI forma eso. Estás abarcando toda esa integralidad que tiene el niño que, en realidad, era lo que se tenía que atender, no solo desde el CPI sino desde cualquier institución y desde la familia. Ver al niño como un ser integral, no como fragmentos de diferentes dimensiones. En esto, “Pilares” le aporta al CPI el conocimiento de la villa. Yo estoy trabajando hace mucho tiempo acá: hace 9 años que estoy trabajando con la población y nuestras visitas son reconocidas. Eso da un peso a las familias que tenemos acá. Tenemos varias familias que comparten programas, familias con los niños más grandes en el programa educativo y los pequeños con nosotros. En “Conín” también compartimos las familias, y compartimos los procedimientos y los fundamentos de la misma institución. Eso le da fortaleza al CPI, que es una producción tan nueva.

El CPI nace a partir de una necesidad que detecta “Pilares” entre las mamás que participan en el centro “Conín” Barracas. El 95% de las mamás estaban desocupadas, y solo el 5% tenía un trabajo de tipo informal. Cuando se empieza a ver por qué se da esta situación, muchas tenían la limitación de no tener a dónde dejar a sus hijos para poder salir a trabajar. No contaban con un espacio de confianza, que a ellas les diera seguridad, para poder salir a trabajar. Decidimos trabajar a partir de la necesidad concreta que nace desde el barrio, desde el contacto personalizado que tenemos con las familias. Hoy hay muchas mamás que traen a los chicos a “Pilarcitos” e, incluso, hay casos como el de Ana, la maestra auxiliar de sala de dos, que participaba en “Conín” y llevaba allá a sus hijos. La idea es también poder dar un espacio laboral para mamás con las que ya tenemos contacto.

Ana no tenía experiencia previa. De hecho, está arrancando el profesorado de educación inicial. Creo que surgió un poco de estar en contacto con estas mamás, de saber cómo eran, qué buscaban, si realmente querían salir a trabajar. Verlas en el día a día, su productividad y sus ganas de hacer algo, fomentó este espacio y la fundación se propuso brindar espacios de inserción laboral.

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