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Hay mucha avidez por tener un espacio
Sandra Otero
Editado por Rumbo Sur

Del libro:
PRIMERA INFANCIA
Intervención Social en la Ciudad de Buenos Aires.

Editado por Rumbo Sur

Somos una ONG que tuvo su origen en un jardín comunitario que abrimos con la gran crisis de 2001. En el año 2013 mediante una gestión conjunta con el Gobierno de la Ciudad, firmamos un convenio para llevar adelante este CPI ubicado en el barrio Colegiales, donde tenemos a diez cuadras el asentamiento, hoy villa, de Fraga, que es muy grande, donde no puede entrar la policía, no puede entrar la Ciudad, y sí entra gendarmería. Al comienzo nos tomamos todo el tiempo del mundo antes de abrir para hacer las entrevistas. Primero nos posicionamos en el barrio, nos metimos en los supermercados chinos, les contaba a los porteros y a los dueños de las casas, en las casas tomadas, hicimos panfletos; todo durante dos meses. El primer día, cuando abrimos, a las cinco y pico de la mañana, ya había una cola de cuatro cuadras. Eso es el boca a boca.

Desde los inicios tuvimos una ficha de vulnerabilidad social por puntaje. Cuanto más puntaje obtenías, más rápido entrabas al centro. El puntaje te lo da, por ejemplo, no tener obra social y creer que la necesitás, tener muchos hijos, tener situación de calle o no tener trabajo. Todo eso genera puntaje. Con el tiempo, la teoría es asesinada por la práctica. Esto era divino en la teoría pero cuando lo bajamos a la realidad había muchos criterios de vulnerabilidad social que no estaban contemplados. Por ejemplo, ser mamá sola te daba puntaje, y hoy te tendría que dar puntaje ser mamá con alguien, porque tenemos muchas familias monoparentales. Eso no puede ser un criterio de elección, porque ya está dentro de la media. La violencia de género ahora te suma puntaje, antes no estaba contemplada sino que había un ítem que decía “observaciones”, y las mamás a veces no lo ponían porque tenían miedo, porque no lo habían denunciado o porque seguían viviendo con el marido; había distintas situaciones. Ellas lo veían como algo normal. Cuando empezamos a dialogar y a interactuar nos dimos cuenta de que la alacena estaba muy baja o que no se estaba golpeando con la alacena.

Siempre rescato que la vulnerabilidad social no es solamente la ausencia de recursos económicos, sí un hecho vulnerado. Y hay un decálogo de todo lo que se puede vulnerar en un niño. Incluso algún caso como el que tuvimos acá, donde un papá que tiene diez propiedades cometió un femicidio, con la mamá, y ese chiquito tiene vulnerados muchos de sus derechos.

Hacia un abordaje integral

Contamos con un gabinete, compuesto por una psicóloga, una estimuladora temprana, una psicopedagoga y hay una trabajadora social. Lo que tenemos claro es que el objeto social siguen siendo los pibes y las familias. Las problemáticas que recibimos en este Centro en particular han sido la promiscuidad,  el uso indebido y abuso de estupefacientes y drogas en general y, sobre todo, mucha violencia de género. Además, en este CPI, pudimos ver que hay un gran déficit del lenguaje. Trabajamos para que no sean TGD (Trastorno Generalizado del Desarrollo) el día de mañana, porque hoy el que no habla bien termina siendo diagnosticado como TGD. A veces no hablan bien porque no tienen mucho que decir, porque los papás no hablan bien, o porque los papás no se comunican. En este marco familiar el chiquito, ¿qué va a entender? Tiene que ver con toda una idiosincrasia. Se habla muy mal, y cuando se habla mal se va hacia un fracaso en la educación primaria; porque si se habla mal se escribe mal. Teniendo en cuenta esto nos proponemos descomprimir el trabajo de neurólogos y psiquiatras que no tendrían por qué pasar por un P300 (Potencial evocado: una exploración neurofisiológica que evalúa la función del sistema sensorial acústico, visual, somatosensorial y sus vías por medio de respuestas provocadas frente a un estímulo), cuando solamente es una cuestión de empezar a trabajar con el chico. A lo mejor le cuesta un poquito más que a otro; entonces, se hace mucha estimulación

Puede haber diferencias en cuanto al cómo pero nunca en cuanto al qué. El qué es el bienestar de los pibes, por eso es integral. Si tengo que recurrir a un títere, recurro a un títere, para que el nene me cuente cómo el papá lo tocó. No me lo cuenta a mí, hacemos una obra de títeres y, entonces, el títere le cuenta a otro títere. Él no es él y yo no soy yo. De ahí salen cosas maravillosas, que hoy por hoy se usan hasta en los juzgados. Con las madres también pasa lo mismo; siempre hay que tener en cuenta el contexto en donde uno se mueve. ¿Es bueno que la criatura se bañe todas las noches? Sí, por supuesto. ¿Es bueno que vos le digas a estas mamás “tenés que bañarlo todas las noches”? No. Les estás generando un complejo de culpa terrible, y al chico una neumonía. Porque estos chiquitos viven en pensiones con un baño compartido atravesando un patio. Si en pleno invierno lo baño todos los días, lo expongo a una neumonía en quince días. Una cosa es lavarle la cola todos los días, que es muy importante porque hablamos de la higiene diaria, pero no es bañarlo con todo lo que eso trae. Pasa lo mismo con el agua, los remedios o cualquier dato que se da sin medir las consecuencias particulares de cada realidad. Hay que tener mucho cuidado cuando uno baja una información. Lacan decía una gran verdad: “yo solo sé lo que digo, jamás lo que el otro pudo escuchar”.

Nosotros trabajamos con estimuladoras tempranas, pero también con maestras especiales, porque hay chicos que tienen otro ritmo. Entonces, a ese chico dejale una persona que esté al lado suyo y lo acompañe. No que haga las cosas por él, porque si no, al contrario, no lo estoy incorporando, lo estoy separando. La integradora tiene que hacer eso: integrarlo. Yo no puedo hacer lo que se me ocurra en cualquier momento porque al lado tengo un otro.

Como CPI tengo estipulado que hoy voy a enseñar,  mediante el juego, el color amarillo, pero viene un chico que a la mamá le pegó el marido, ella sacó una perimetral, el papá fue preso… ¿Te parece que esa criatura va a tener ganas de aprender, y yo de enseñar, el color amarillo? Quedará para mañana, o lo aprenderá pasado, o el año que viene. Lo va a aprender. Yo no puedo planificar para el año que viene, porque no conozco la población que va a venir. Por lo tanto, planifico en base a lo que le interesó a las madres este año, y si el año próximo vienen todas mamás de doce años, tengo que planificar otra cosa, el trabajo adolescente. De hecho, me llegó una mamá que tenía doce años y había sido ultrajada. En ese caso había que cuidar los derechos de la menor. El bebé ya estaba acá, contenido, y le hicimos el plan social. La estimuladora temprana dejó una cuna funcional, el colchón de una plaza y todo, en el momento. Y la mamá del nene tiene doce años: estudia, salió abanderada; hoy es otra criatura. Lo que pasó, pasó. Y este esquema no se lo borra nadie, es de acá para adelante. Porque para atrás ya lo vivió bastante, han sido vulnerados todos y cada uno de los derechos de esa criatura a los doce años. Eso es un Centro de primera infancia, que no es educación: hablar con el fiscal, con la persona que tiene la causa, con la asistente social.

De dónde vienen

El grueso de la población que asiste a “Mis primeros pasos” está en Colegiales y tenemos un asentamiento de Fraga, que alberga muchas familias. No entran todos porque es muchísima la población. En este centro tenemos familias humildes que no tienen trabajo y con escasos recursos económicos. Algunas mamás trabajan adentro y afuera: son las que limpian, algunas zonas del centro de la ciudad, de los cartelitos o las veredas, y a las que el Gobierno de la Ciudad les paga por eso.

Empezaron a venir, no solo de Fraga, sino también la gente del barrio: la mamá del kiosco, las vecinas vienen a pedir vacantes para las muchachas que trabajan por hora. A veces no es una cuestión de barrio, hay gente que no es del barrio, pero trabaja en el barrio y viene de la villa 31 de Retiro, otros viven en Rafael Calzada y en algunos asentamientos de provincia.

Hay mucha avidez por tener un espacio; hasta Educación nos deriva gente que ellos no pueden contemplar. Lo conflictivo los supera y dicen “no, esto es para un CPI”. Y a veces hay que hacer lugar a la diferencia entre la vida y la muerte. Un día más en la calle y ese chico se muere. Hay que absorberlo, pero estamos superpoblados.

El tema es que los chicos que se encuentran bajo vulnerabilidad social también viven en villas, y no hay un centro en Rafael Calzada. La madre trabaja acá, a una cuadra y media. ¿Es del barrio? Ni. La verdad es que se toma tres colectivos para venir, y viaja una hora y media. A esta mamá, ¿cómo podemos solucionarle un poquito el problema? Tendría que tener un centro cerca de la casa. Pero ya viaja, y se quita un peso al viajar, porque la criatura no se expone al frío de levantarse a las 4 de la mañana, a hacer las colas interminables. Por otro lado, trabaja acá al lado. ¿Alguien piensa que es gratuito que tenga que viajar embarazada a las 12 hs. para llegar a las 3 hs. y hacer la cola, muchas veces, parada? ¿Le gusta? Claro que estaría mejor qie este lugar fuera al lado de la casa y pudiera sacar por teléfono el turno, pero no es así.

Un centro integrador

Se intenta dar la misma posibilidad y la misma herramienta a todos los chicos y sus familias para mejorar sus situación. ¿Después pueden seguir viviendo en la villa? Sí, es una opción. Ni mejor, ni peor; otra. Pero para tener una opción necesito por lo menos tener un plan A y un plan B. Algo está pasando que la población se fue nivelando. Acá vienen, se abre la puerta y todo el mundo que viene es recibido, así tenga diez millones de dólares en el banco. Si la historia amerita y si tiene eso en Suiza pero el padre se fue y los abandonó a la mamá con el hijo, va a entrar igual.

Nosotros hacemos las inscripciones en octubre. No empezamos a planificar hasta abril. En los dos centros nos tomamos todo febrero para adaptarnos, ver y jugar. En marzo empezamos a pesquisar y ver las necesidades del grupo. De acuerdo con la necesidad de los papás y de los chicos se planifica: a ver qué falta, por dónde entramos, dónde complementamos, dónde ayudamos, dónde colaboramos, por dónde nos podemos meter, dónde somos más propicios. ¿Cómo no darle la posibilidad que le doy a Fraga a la mamá de acá al lado, que tiene la desventura de haber, por ejemplo, alquilado un departamento, estudiado o ser madre sola? Y tiene que estudiar, porque si no pierde el trabajo. O tiene trabajo, por hora, que pende de un hilo, porque le dicen “no podés traer más al chico”. Es tan vulnerable o más que la mamá que tiene seis hijos, está con el marido, no trabaja, tiene un plan social y tiene un techo. Esta otra lo pierde. Eso es igualdad de posibilidades.

Años felices por siempre

La ONG es responsable de otro CPI: “Años felices por siempre”, lo abrimos en el año 2011 en el barrio de Once/Balvanera, una zona muy conflictiva. Ahí  se trabaja con la comunidad peruana. Eran manteros o vendedores ambulantes que hoy, por distintas circunstancias, han devenido monotributistas y están capacitándose, cobrando un sueldo; pero no todos fueron tomados y admitidos en el régimen de monotributo.

El tema habitacional es superlativo

En un comienzo lo que recibimos de las familias era un problema de documentación, eso lo hemos solucionado en el primer año.  Pero el gran problema es el habitacional. Muchas de las familias viven hacinadas, con baños compartidos afuera de las habitaciones, hoteles que son de paso, casas tomadas. El espacio que tienen los chicos es paupérrimo. Son catorce en una pieza; y hay casos en que las habitaciones en una misma propiedad (un hotel, la misma dependencia, de 3m x 1.80m) son alquiladas varias veces. Con ese trasfondo, no saben caminar bien, no saben correr. Esto tiene que ver con los cinco sentidos. Tampoco hablan bien, pero hablan. Allá, la comunidad, es un 85% —en este momento, antes era más, ahora se va alineando— de la comunidad peruana. Tienen modismos, que no es no saber hablar. Hablan como les hablan y existe mucha falta de estimulación en los bebés, porque la mayoría proviene de mamás manteras. Así, los chicos tienen que estar quietos, sentados en brazos, con la mamadera. Desconocen un juguete y desconocen para qué sirve, y cómo se hace. Y al mismo tiempo frente a esto, la gente nunca termina de superar la situación de calle o salir de la villa.

Dimensiones en la intervención

En “Años felices por siempre” trabajamos fundamentalmente con los cinco sentidos. Los chicos son reflejo de una familia. Yo veo al chico, lo estudio, lo escucho, y me doy cuenta del modus operandi de una familia.

Un chico es un referéndum de una familia que viene atrás. No hay chico descolgado de un contexto, sino que es parte de él.

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