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Un jardín maternal, no un espacio donde se deja a los chicos
Manuel Aveline

Jardín Maternal Construimos Jugando
MOI (Movimiento de Ocupantes e Inquilinos)

Editado por Rumbo Sur

Del libro:
PRIMERA INFANCIA
Intervención Social en la Ciudad de Buenos Aires.

Editado por Rumbo Sur

El MOI es una federación que se compone de muchas cooperativas de vivienda, conformadas por gente sin posibilidad material de vivienda propia. Se construye sobre tres pilares: la propiedad colectiva, la ayuda mutua y la autogestión. La ayuda mutua, básicamente, es que todos los cooperativistas están bastante presentes en la obra, un poco para abaratar los costos y que haya apropiación del proyecto, pero también para construir lazos y comunidad. En ese contexto, surge nuestro jardín en  2005, ya que muchos no tenían dónde dejar a sus hijos. Hay mucha presencia femenina en el MOI, muchos espacios de organización política y de lucha. En esta sociedad, los chicos siempre están muy a cargo de las mujeres, y estas empezaban a tener dificultades para participar en todas las instancias de la organización y en la ayuda mutua. Por ello, las propias compañeras empezaron a armar un espacio de contención para esos chicos, donde estuvieran mientras sus mamás estaban haciendo ayuda mutua u otras cosas necesarias para la cooperativa. Además de la falta de vacantes que hay en los jardines maternales, que hubo históricamente en la Ciudad de Buenos Aires, esa fue la base de donde empieza a surgir este espacio, que con el paso del tiempo termina siendo un jardín maternal. Como espacio fue creciendo, se empezaron a firmar distintos convenios con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El gobierno en ese momento mandaba docentes, que empezaron a darle las primeras formas de un espacio más formal de educación. Pero un rasgo constitutivo del jardín tenía que ver con que tenía una pata adentro y una pata afuera del Ministerio de Educación. Con lo cual, siempre se tuvo la posibilidad de hacer muchísimos ensayos hacia adentro, en cuanto a definirse como institución educativa y en sus líneas pedagógicas, o en la mirada acerca de la infancia para lo que es una institución de maternaje. Pudo hacer sus propios ensayos, sus propias definiciones y redefiniciones con el paso del tiempo.

Nosotros tenemos una mirada propia que básicamente sostiene que el jardín maternal, sobre todo para los bebés y los chicos de uno y dos años, en realidad es una necesidad del mercado, no del nene. No está pensado en función de lo que necesita. Un bebé no necesita ser sacado de su núcleo familiar e institucionalizado; la institucionalización siempre implica riesgos importantes. Por más que parezca contradictorio —porque yo digo esto y somos una institución maternal—, lo que tratamos de hacer es que nuestra institución sea lo menos “institucional” posible con respecto a muchos criterios. Tratamos de cuidar la cantidad de nenes que hay por adulto, y muchas de nuestras formas, más allá de eso, atienden a este tipo de detalles. El período de inicio dura lo que cada nene necesita para construir un vínculo de afecto seguro, de apego con al menos un adulto acá adentro. Es decir, en este proceso de institucionalización tan temprana, uno de los focos lo ponemos en que ningún nene quede institucionalizado en una situación donde no tiene un vínculo sólido con nadie adentro.

Formalmente, en el ingreso nosotros tomamos nenes desde 45 días a tres años inclusive. Los que salen de acá van para sala de cuatro. De 45 días muy pocas veces hemos tenido, porque realmente tratamos de que no pase. Es muy temprano; el sistema acepta pagar licencias para 45 días de un nene, pero es una locura desde una lógica que no sea la del empresario. En la medida en que podemos, le aconsejamos a la familia que aguante lo más que pueda.

Tanto esta expansión de las instituciones de maternaje como que los chicos sean institucionalizados tan tempranamente no pasaba hace 20 o 25 años, y mucho menos antes. Es algo de ahora, en donde la mujer se inserta en el mercado laboral. Hay que ofrecer una solución para eso, y hoy no es darle la licencia que el nene y la mamá necesitan, sino que está pensado desde el empresario que certifica solo 45 días de licencia.

Trabajamos nuestra postura con las familias, pero a veces es difícil contarla. Si una mamá trae al nene y no tiene alternativa, ¿hasta dónde se le puede instalar este conflicto, cuando en verdad no le queda otra porque tiene que llenar la olla? Muchas veces, si uno ve que es una mamá que no tiene realmente la necesidad ni material ni emocional de dejar al nene en el jardín, por ahí se aborda. Pero si es una mamá que no tiene más licencia y que tiene que llenar la olla, lo que se trata de hacer es hablarle sobre la importancia del período de inicio y por qué lo pensamos como lo pensamos. Porque si le vamos a decir todas las consecuencias que tiene la institucionalización, todo lo perverso que tiene, les generamos un conflicto que es más complicado.

En nuestra comunidad, en el último tiempo se ha profundizado un poco más el acceso a la alimentación. Desde ya, lo que siempre se viene atravesando son problemas de vivienda, de espacio físico. Mucha gente vive en piezas de hotel, muy chiquitas, con todo lo que eso genera intrafamiliarmente. No es lo mismo estar en un espacio amplio que en uno chiquito, donde están mezclados el abuelo, la mamá, el papá y los tres hermanos. La problemática que detectamos con la gente del barrio es esa, y ahora la falta de trabajo, de changas y dificultades de este tipo; vemos más la necesidad para llevarse algo para la noche.

En nuestro trabajo con bebés seguimos una línea desarrollada por Emmi Pikler, del desarrollo motor autónomo. Los bebés son puestos en posición boca arriba y van desplegando cada posición ellos mismos, con muchos ensayos y errores. Así pasan a ponerse en posición boca abajo, en cuatro patas y luego a sentarse, pararse, caminar o correr. Pero todo eso con adultos que preparen un escenario, un ambiente. Con ensayo y error, el nene va desplegando y reformulando sus propias estrategias. Tratamos de trabajar mucho con las familias el tema de la posición inicial, boca arriba, y que los chicos pasen mucho tiempo en el piso para que puedan hacer ensayo y error. Y lo que recibimos mucho es que, por ejemplo, el suelo en las casas no es ideal para dejarlos. Son nenes que están mucho tiempo en los cochecitos o arriba de la cama (hasta que pase un cierto tiempo, y luego van al cochecito y a la cunita). En un espacio de encierro —ya que es una habitación— se termina generando otro espacio de encierro adentro, que para el nene chiquito imposibilita un montón de procesos. Después, con los nenes más grandes está muy presente la necesidad de correr y saltar; hay toda una necesidad de despliegue físico notable. No es lo mismo un nene que estuvo en un espacio amplio que un nene que estuvo en un lugar chiquito.

Yo creo que hay que prestarle atención a la primera infancia, por supuesto. Lo que pasa es que dudo de que realmente los valores que tenemos como sociedad permitan generar el espacio y la mirada de la infancia que para mí los chicos necesitan. De hecho, este es un jardín maternal que considera que los jardines maternales no deberían existir. Lo que genera una propia contradicción interna. Nosotros podemos tratar que genere las menores consecuencias posibles en los nenes, pero sigue siendo una institución. Hay que prestarle mucha atención. Lo que sucede, lo que se genera, lo que se transmite en los primeros años es algo que deja muchas marcas, las más profundas en la vida de una persona. Indudablemente debería ser una de las cuestiones más atendidas por el Estado y por la sociedad. Tenemos todo un acompañamiento con el nene y la nena para estar mucho más atentos a lo que va pasando. Por algo tenemos un jardín maternal y no un espacio donde se deja a los chicos y los cuidan.

El trabajo con la familia tiene que ver con su participación en el jardín desde muchos lugares, pero está más centrado en su participación en el espacio de crianza con sus propios hijos que de modo más directo sobre la calidad social de ellos. Quizás sería algo a lo que deberíamos empezar a prestarle más atención, pero son muchas cosas. Yo uso un ejemplo: es como los platos chinos en el circo. Cuando deja de girar uno, se hace girar de nuevo, y pasa a detenerse otro, y así. Todo el tiempo hay una cantidad de platos en el aire, girando, y es un montón. Todo lo que se contó hasta acá, que parece sencillo, ya son varios platos. Mantener funcionando todo eso son muchos platos en el aire.

Son 60 chicos, y alrededor de 50 familias. Respecto de nuestro staff, tuvimos un cambio importante en 2013, donde nos cooperativizamos. Antes teníamos un formato en donde el Gobierno de la Ciudad mandaba una cierta cantidad de docentes. Esos docentes convivían con las compañeras nuestras de la organización, que hacían trabajo ad honorem. Se trata de un trabajo que implica la creación de vínculos, por lo que uno no puede venir dos horas, irse, o venir los martes. Trabajar en el jardín implica estar de lunes a viernes en el turno de la mañana o en el turno de la tarde, hay que comprometerse con eso. En su momento, no había plata para las compañeras, con lo cual, además de estar acá de lunes a viernes, de tres a cuatro horas, después se iban a trabajar y, luego, a su casa con sus familias. Esas compañeras fueron haciendo todo un recorrido donde se fueron formando. No hicieron un profesorado, pero se formaron hacia adentro. Las compañeras siempre fueron las parejas pedagógicas de los docentes. Fueron aprendiendo el oficio y teniendo esta mirada de ser un adulto “perceptivo”; esta característica sí la tenían. Llegado un momento, no se podía sostener esto. Perdíamos compañeras muy formadas, con mucho oficio, porque no siempre se puede estar trabajando a medio turno. Entonces en 2013 conformamos una cooperativa, y, desde ese momento, todos los adultos que trabajamos en el jardín (en cocina, en limpieza, el que maneja la puerta, la administración, la coordinación pedagógica) cobramos lo mismo en función de la cantidad de horas que estamos acá. Y trabajamos en cada sala con parejas pedagógicas. Así, tenemos docentes con títulos y educadoras sin título, que son las nuestras, y son el pilar de nuestra mirada, desde todo punto de vista. Porque son compañeras que tienen todo un recorrido y un compromiso. Son las compañeras que trabajaron con vocación durante años sin llevarse un peso.

Está buenísimo que en materia de escuelas pueda haber diversidad de miradas acerca de la niñez, de lo que debe ser una escuela, y que dentro de lo que es una escuela pública, gratuita, haya algo diferente (o que haya muchas cosas diferentes a lo que es el sistema formal, que tiene su mirada). A su vez, me parece rico que diversos espacios puedan hacer ensayos desde todo punto de vista. Aquí no solo todos cobramos lo mismo, sino que todos tomamos las decisiones. Es un espacio en donde se analiza lo que pasa en cada sala y la regulación de toda la parte de la cooperativa, así como la parte más formal y la edilicia. Y no es que la herramienta que tenemos para discutir o ver lo que estamos haciendo día a día sea el diseño curricular. Tenemos una libertad total para hacer y deshacer dentro de este espacio. Por eso, ensayamos todo el tiempo todo. Si bien yo soy el coordinador pedagógico, eso no quiere decir que diga cómo se hacen las cosas y se hagan así. Nos sentamos en una asamblea y se ven las cosas que se quieren probar, y hacemos cualquier prueba y después lo evaluamos. Tenemos mucha libertad. Nuestras salas no tienen puertas, por ejemplo, y los chicos van cambiando de espacio con total libertad. Lo que no queremos es que estén haciendo lo mismo todos al mismo tiempo. Acá hay libertad plena para ensayar, incluso nuestra mirada acerca de lo que es la institucionalización temprana no es mayoritaria. Nosotros armamos una institución con esa mirada, y eso también tiene sus costos. Por ejemplo, en una escuela pública estándar, el nene tiene un horario de entrada y de salida rígidos. Acá, un bebé viene el menor tiempo posible. Porque sería contradictorio hacer que los padres dejen a los nenes seis horas, por más de que necesiten solo cuatro porque así son los horarios de entrada y de salida. Puede venir un nene a las 10, o a las 10:30hs. e irse a las 14. ¿Por qué lo vamos a tener institucionalizado si creemos que lo mejor es que, si puede, desayune con su mamá, con su papá, con su abuelita, y que venga después? Lo mismo pasa con irse antes y que almuerce con ellos. Por ahí, la mamá sale del trabajo cerca y puede almorzar acá. Viene y come con nosotros y con el nene. Lo mismo para venir antes; están totalmente abiertas las puertas.

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