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Primera infancia desde una óptica integral
Gala Díaz Langou
Directora del Programa de Protección Social.
CIPPEC - Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento
Editado por Rumbo Sur

Del libro:
PRIMERA INFANCIA
Intervención Social en la Ciudad de Buenos Aires.

Editado por Rumbo Sur

El primer punto que siempre miramos al abordar las temáticas sociales es cuál es la situación en el país. Solo tres de cada diez niños menores de cuatro años asisten a algún espacio de educación inicial o de cuidado infantil. Cuando miramos la Ciudad de Buenos Aires este número se duplica, es casi del 60%, y estos datos son viejos. Son los últimos que hay, pero son de 2012. Todo indicaría que esto aumentó un poquito en los últimos años a nivel nacional, y en CABA un poquito más que el promedio. Que Ciudad de Buenos Aires sea el distrito con mayor cobertura y que solamente seis de cada diez niños menores de cuatro años asistan a algún espacio de estos es preocupante. Sobre todo en el marco de las discusiones de políticas públicas que se están dando en nuestro país y en esta Ciudad.

Este promedio esconde muchas desigualdades; socioeconómicas, en primer lugar. La mayoría de los niños que acceden son del 20% más rico de las familias del país, mientras que del 20% más vulnerable de nuestro país, accede menos de un 10%. Esto se reitera al interior de las jurisdicciones. Hay una diferencia muy grande de cobertura entre el centro y el NOA, y el centro y el NEA, pero al interior, por ejemplo de la Ciudad de Buenos Aires, también vemos que hay desigualdades marcadas por lo socioeconómico, lo geográfico y lo laboral.

Esto nos lleva a mirar qué sucede al interior de la oferta que existe. Porque esto parte de un supuesto, de que toda la oferta es homogénea. Y no lo es. Estamos hablando de una oferta que es: jardines maternales, jardines de infantes, espacios de cuidado —gestionados por el Estado y financiados por el gobierno nacional, provincial o municipal o gestionados por ONGs—, espacios comunitarios, casas de vecinos, madres que cuidan a otros niños. Hay un nivel de heterogeneidad muy grande y, consecuentemente, lo que les sucede a los niños dentro de estos espacios también puede ser muy heterogéneo. No existe en la Argentina un acuerdo respecto de los estándares de calidad con los cuales deberían regirse estos espacios, ni siquiera qué tipo de funciones deberían cumplir.

Desde CIPPEC venimos trabajando en tres grandes categorías y funciones que deberían ser como un paraguas para el funcionamiento de todos los espacios que trabajan con niños en su primera infancia. Esto incluye a lo educativo, partiendo del derecho a la educación, que, de hecho, en la constitución de la Ciudad de Buenos Aires está garantizado a partir de los 45 días pero no se cumple en la práctica. Partiendo del derecho a la educación, debería haber una primera función que es la enseñanza. Pero hay otras dos funciones que son tan clave como esa primera, que son la crianza (desde una lógica muy abierta y muy comunitaria, también abierta a la participación de las familias) y el cuidado (funciones que tradicionalmente ejercen los espacios más ligados a lo social, lo que sería el segundo conjunto de organizaciones mencionadas antes, los espacios más comunitarios, o de la sociedad civil, o de madres en el territorio. No tanto el jardín maternal o el jardín de infantes, que por lo general tienen una lógica más pedagógica). En ese sentido, creemos que es importante colocar sobre el debate que todas las funciones son necesarias e importantes. Lo que es necesario mirar, en todo caso, es cómo se genera esta complementariedad entre los distintos servicios para que, justamente, sirvan para su propósito último, que es contribuir al goce de los derechos de los niños, y, en términos más generales, de sus familias.

En primer lugar, hay que garantizar que sea un servicio que exista, que haya cobertura. En segundo lugar, que sea un servicio de calidad, que podamos decir que lo que le sucede al niño ahí adentro es bueno; hoy no es el caso (porque no se sabe, directamente, y lo poco que se sabe indicaría que no es del todo bueno). Y, en tercer lugar, que sea idóneo y contribuya realmente a lo que el niño pueda necesitar en sus primeros meses y años de vida y a esta conciliación de la familia entre lo productivo y lo reproductivo, lo cual implicaría una cobertura flexible en términos de horario que hoy en día no sucede en casi ningún distrito; tampoco en la Ciudad de Buenos Aires (aunque los Centros de Primera Infancia tienen un horario bastante amplio, al menos algunos de ellos).

La Argentina tiene un desafío muy grande por delante en términos de perfiles profesionales. En este sentido, la Ciudad de Buenos Aires es nuevamente la mejor posicionada en el país, porque existen estos perfiles. Hay provincias en donde no hay un psicomotricista, pero en la Ciudad de Buenos Aires existen varios de estos perfiles. Pero implica sobre todo un desafío en cómo se aborda la formación profesional. Y aquí los institutos de formación docente tienen un rol clave, lo cual lleva a discutir esa estructura, de las bases curriculares: cómo se estructura la educación primaria. Y en eso en Argentina hay un vacío bastante grande, a diferencia de otros países. La gran mayoría de los países de la región ha avanzado, y mucho. En términos generales, en los otros países del mundo se entiende al diseño curricular de manera mucho más amplia de lo que lo entendemos acá. Para nosotros el currículum es el programa que se sigue en el estudio, y en la mayoría de los otros países se lo entiende como el abordaje que se va a tener con la primera infancia. Es algo muchísimo más amplio que el plan de estudios, incluye el tipo de servicios que se brinda ahí adentro, el tipo de profesionales que hay, cómo se estructura.

En la Ciudad de Buenos Aires, particularmente, los CPIs son relativamente recientes. Antes de eso existían otros espacios; desde los 60 existen espacios más sociales, en un punto, de cuidado de la primera infancia. Mucho de eso tiene su origen en el mundo sindical. Se daba un beneficio para determinadas categorías ocupacionales que tenían determinados accesos y para rubros con mayor presencia femenina.

La educación inicial y el cuidado infantil son espacios que son complementarios. Es importante que así lo sean. Un caso muy interesante es el de Costa Rica. Tiene una red muy amplia que se llama la “Red de cuido”—ellos le dicen “cuido” al “cuidado”—, que plantea servicios de cuidado exactamente complementarios, en términos horarios, al servicio de educación inicial. Y existe una articulación casi perfecta, en la cual son los docentes lo que acompañan a los niños de un lugar a otro. En ese espacio de cuidado se hace acompañamiento escolar, con el cual se ayuda a los niños a hacer las tareas que les mandan de la escuela. Pero también es un espacio más lúdico: tienen deporte, otras tareas que son más de club y no tanto de escuela, en lo riguroso. Es interesante porque entre los dos terminan generando una jornada de 12 horas que permite a las familias tomar empleos de forma completa, incluso con distintos horarios o arreglos más complejos. Acá en la Argentina estamos muy lejos de eso.

Creemos que si hubiese algún espacio, que cumpliera las tres funciones —enseñanza, crianza y cuidado—, sería ideal que los chicos estuvieran todo el día ahí, con una lógica mucho más integral. Esto sí ocurre en otras latitudes y sería el escenario perfecto. Dado que eso no existe aquí, es necesario plantear una complementariedad y no una competencia entre estos espacios, pero lo ideal sería lo otro. En ese sentido, probablemente este escenario, estas tensiones entre educación y desarrollo social en el Gobierno de la Ciudad, correspondan a una lógica política y no tanto a una lógica práctica o pragmática de qué es lo más conveniente para el territorio de la Ciudad.

Nos parece importante que exista un consenso político sobre la necesidad de una política dirigida a la primera infancia, que hace diez años no era el caso. Eso es algo importante de celebrar. Por ahí el quid de la cuestión ahora es qué forma, qué formato concreto, toma esa política, y ahí es donde están los desafíos. Por supuesto, avanzar en la oferta de los CPIs es positivo, pero no debería nunca ser la única opción. Nosotros trabajamos la primera infancia desde una óptica integral, y más allá de la articulación con el ámbito educativo, creemos que es fundamental un actor que está casi ausente tanto en el Gobierno de la Ciudad como a nivel nacional: Salud. En Argentina más del 99% de los partos son institucionalizados, es decir, que se hacen en contextos hospitalarios. Ese es el primer contacto de una persona que nace en Argentina con el Estado: el hospital (o el centro de salud). De ahí hay un salto cuántico a donde se vuelve a dar el siguiente contacto. Después de esos controles de salud en los primeros meses y años de vida, se vuelve a insertar en el espacio educativo o en estos espacios de cuidado sin que haya una ruta lógica de acompañamiento. Cuando vuelve a entrar en contacto con el Estado, con el centro de cuidado, con el jardín maternal o con el jardín de infantes, nadie tiene la historia vital de ese niño. Y esto es una oportunidad perdida gigante. Y es una oportunidad que otros países de la región lograron capitalizar muy bien. Mejorar el sistema de información y articulación entre los distintos actores públicos que interactúan con las familias con niños en la primera infancia, no solamente sirve para optimizar lo que hoy se hace, sino que potenciaría muchísimo el futuro y la llegada que tiene el Estado para las familias.

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