Fue registrada como Laura Ana Merello, nacida en la calle Defensa 715, el 11 de octubre de 1904. Hija de Ana Gianelli (planchadora) y Santiago Merello (cochero). Su padre falleció con sólo 30 años de edad, a los 7 meses de Tita.
«Yo conocí el hambre. Yo sé lo que es el miedo y la vergüenza.», con estas frases comenzó el relato de los duros momentos vividos en el asilo donde pasó sus primeros años. «Mi infancia fue breve. La infancia del pobre es más breve que la del rico. Era triste, pobre y fea». Ya más grande, declaró sin pudor, «Haber hecho la calle». Y acto seguido nos confiesa que ya siendo reconocida en el ambiente artístico, un periodista famoso, al saludarla y tomar su mano, luego de observarla procazmente con intenciones non santas, le dijo: «Usted en otra vida debió haber sido cortesana». Y ella contestó: «¿Y ahora qué soy?»
Llega al escenario al enterarse que se necesitaban coristas en un teatro cercano el puerto, de esos característicos que vemos en las películas, frecuentado por marineros y gente del bajo fondo. En este momento viene a mi memoria Marlene Dietrich, aquella alemana bajita, sugerente, de hermosas piernas y desenfadada, los mismos atributos que la Merello, en el film El ángel azul donde intentaba cantar en un turbio cafetín y provocando el amor irracional de un serio profesor.
Un periodista de la época lo describe como un teatrillo de mala muerte, casi pornográfico, de nombre Ba Ta Clán, a partir de entonces, a las coristas se las llamó bataclanas, y este término se convirtió en sinónimo de «mujer alegre». Tiempo más tarde pasó a ser una vedette y la bautizaron La Vedette Rea. En esta condición estrena la obra Leguisamo solo, creada por el director musical de la compañía, un italiano acriollado amante del turf, Modesto Papávero, y resulta un notable éxito. Comenzó en el cine con el cine mismo. Aparece en la primera película sonora argentina reconocida como tal, Tango, del año 1933. En 1937 filma La fuga se revela como actriz dramática, desconcertando a productores y directores, por su naturalidad, su expresión y su desenvoltura. Otras películas importantes de su trayectoria en el cine, que la consagran en forma definitiva, fueron: Morir en su ley, Filomena Marturano (del actor y dramaturgo italiano Eduardo De Filippo), Los isleros, Arrabalera, Pasó en mi barrio, Guacho, Para vestir santos, Amorina y muchas más hasta superar las cuarenta. Con el tiempo y en pleno desarrollo de sus éxitos actorales es requerida por el teatro, la televisión y por la radio, medio, este último, en el que continuó hasta su vejez. Ya era Tita de Buenos Aires.
Como cancionista llegó al disco en el año 1927, para el sello Odeon, con dos temas: “Te acordás reo” (de Emilio Fresedo) y “Volvé mi negra” (de José María Rizzuti y letra de Fernando Diez Gómez). En el año 1929 pasa a la Victor donde graba 20 temas, destacándose “Tata ievame p’al centro”, “Che pepinito” y “Te has comprado un automóvil”. Luego de un largo paréntesis vuelve a los estudios de grabación, en el año 1954, de la mano de Francisco Canaro, siendo esta su época consagratoria. Allí surgen discos inolvidables como “El choclo”, “Se dice de mí”, “Arrabalera”, “Niño bien”, “Pipistrela” y “Llamarada pasional”, éste último dedicado a Luis Sandrini y del cual es autora. En las décadas del sesenta y del setenta graba más de cuarenta temas, con las orquestas de Carlos Figari y Héctor Varela.
«Mi mejor personaje es el mío. Una actriz dramática se llora a si misma cuando interpreta un personaje teatral». Obtuvo premios como actriz, pero lo más importante es el reconocimiento del público, que se mantiene hasta la actualidad y que la consagró como un símbolo de la mujer del tango y de Buenos Aires.
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