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En una choza no mayor que una habitación común y corriente, comenzó hacia 1872 la vida religiosa y espiritual del barrio de La Boca. Según relata Rodolfo Cotone: “Con madera rústica, sin cepillar, improvisaron una pieza donde por cierto cabía la mesa del Evangelio y hacía ilusoria toda pretensión de resguardar a los fieles de la inclemencia del tiempo. Fueron, pues, franciscanos los primeros sacerdotes que asentaron el pie en La Boca”. Por un lado fuertemente católica, La Boca fue también fuertemente anticlerical. Los ritos y festividades de ese inicial espacio religioso chocaron con una realidad evidente: las logias, en particular la masonería, todavía dominaban el ambiente social, al igual que la militancia anarquista, opuesta, por definición a la Iglesia católica y a cualquier credo. El clima barrial era hostil al pensamiento religioso; los jóvenes anarquistas y masones llamaban a los religiosos “grupos de superstición”. Tanto es así, que las primeras procesiones de Corpus Christi debieron ser protegidas por grupos de jóvenes católicos provistos de bastones, que no dudaban en enfrentarse violentamente ante cualquier intento de boicot.

Basta recorrer unas pocas páginas del periódico Progreso de la Boca de principios del siglo XX para notar que todavía continúa el enfrentamiento con la Iglesia. Así, en un número de abril de 1905 se destaca una nota: “¡Milagrosa María Auxiliadora!”. Allí el periodista describe “lo inútil, lo nocivo y lo criminal que caracteriza al espíritu religioso, permitiendo a una multitud de monjes y curas vivir engañando a sus semejantes”. Y describe a las “asociaciones religiosas” como “asociaciones financieras”. La nota que le sigue, escrita en un tono pretendidamente más científico, se titula: “Cristo no ha existido nunca. Cristo es un mito solar”.

Los anarquistas no eran pocos en La Boca de fines del siglo XIX. Los inmigrantes trajeron, además de sus oficios, su experiencia  política y sus ideas a las costas del Riachuelo. La gran mayoría de los pobladores de la ribera se identificaba con las diversas vertientes que nutrían al creciente movimiento anarquista en Argentina. Movimiento que convocaba en nuestro país, al igual que en España e Italia, a la masa de la clase obrera.

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