El Censo Municipal de 1904 indica que el 10% de los habitantes de la ciudad viven en alguno de los 2462 conventillos existentes. Los oficios de los ocupantes eran, en general, los de marineros y foguistas de buques de río, carboneros, hojalateros, curtidores, ebanistas, toneleros, constructores de carruajes, ocupaciones que no alcanzan para aspirar a una vivienda individual.
En las horas de la fábrica o de descarga de buques, cuando los hombres no están, las mujeres, a quienes la lobreguez y lo estrecho de los cuartos de alquiler no han logrado ahogar su impulso natural, cantan mientras lavan la ropa, seguramente canciones traídas de sus pueblos de origen. Otras barren el patio. Esta humilde tarea doméstica le dio inesperado nombre al reclamo: “la huelga de las escobas”, organizada por las mujeres habitantes de conventillos. Huelga que tuvo su origen en la escena cotidiana del desalojo, donde las escasas pertenencias de los ocupantes eran sacadas sin contemplaciones por la policía al medio de la calle. Fue a partir de esta revuelta que, en el ambiente policial, se comenzó a llamar a las mujeres, luchadoras y organizadas, con el mote de “conventilleras”.
El día 26 de junio de 1907 aparece en La protesta un llamado del “Centro Igualdad” de La Boca:
“Anoche se reunieron los delegados de 25 casas de inquilinatos y conventillos en el local de Olavarría 363. Se pide el 30% de rebaja en los alquileres y se hace circular un manifiesto a los trabajadores de La Boca en Huelga de inquilinos: dados los altos precios de los conventillos y las maniobras de los especuladores, se llama a que no sean pagados los alquileres hasta que no sean rebajados a la mitad de los precios de las pocilgas con pretensión de habitación que estamos obligados a ocupar. Los propietarios de inquilinatos de La Boca, aprovechando la escasez de piezas y la falta de trabajo, han recargado los alquileres. Se hace el llamado a todos los moradores de inquilinatos de La Boca”.