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Ya desde los inicios el barrio demostró su espíritu festivo, el gusto por la celebración, la música y los festejos. Allá por 1883, ya dos bandas de música, la “José Verdi” y la “Unión de la Boca” competían por darle un marco de alegría y reconocimiento a la puesta de la piedra basal de la parroquia San Juan Evangelista, que dejaba atrás la capilla tan precaria de sus comienzos.

Si hay algo que los inmigrantes trajeron consigo, además de su lengua, sus oficios y sus ideas, tal vez lo más querido y conservado, fueron sus fiestas populares. Reunidos en multitudinarias procesiones para honrar a sus ancestrales patronos. Y sobre todo, el deleite por la reunión alrededor de la mesa, sea esta humilde o fastuosa. Sus banquetes acompañaron tanto a los actos “oficiales” de las sucesivas repúblicas, como a cada evento ineludible de la bohemia artística.

Tan importantes y multitudinarios como luego llegaría a ser el fútbol, los festejos populares de La Boca congregaban a todos los sectores sociales, sean patrones, sean obreros. Y aún hoy siguen reuniendo al barrio y convocando a visitantes de todas partes. De estos festejos, dos se destacaban: la Fogata de San Juan y los Carnavales.

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