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En oposición a las estéticas y corrientes del academicismo, Guillermo Facio Hebequer, Agustín Riganelli, José Arato, Abraham Vigo y Adolfo Bellocq tendrán una marca vanguardista y crítica. Todos son pintores, salvo Riganelli que es escultor. No se trata de un grupo cerrado, mantiene estrecha relación con otros artistas como Quinquela o Juan de Dios Filiberto y con el “grupo de Boedo”.

Son artistas que provienen de la clase trabajadora, que creen en lo gregario, en oposición al prototipo del artista solitario. Los temas de sus obras son urbanos y reivindican constantemente sus orígenes populares. Cuenta Facio Hebequer: “Alguien llamó al grupo de pintores y escultores que formamos y seguimos formando todavía con Riganelli, Arato, Vigo y Bellocq, ‘artistas del pueblo’. La frase nos parece justa y el título honroso. Interpretar la conciencia del pueblo fue siempre nuestra más alta inspiración”. Y en otra ocasión: “Nos une una profunda afinidad psicológica, una amistad leal, una comunidad de anhelos y una fuerte solidaridad de clase. Nacidos en hogares proletarios hemos vivido las mismas inquietudes y nos hemos alimentado de las mismas aspiraciones”.

Los Caballos de la Calesita, óleo sobre tela 82x102 cms. Alfredo Bellocq. MBQM.

Esto se transmite a las técnicas utilizadas en sus obras. Asociados al trabajo artesanal y manual de los quehaceres del pueblo, el grabado y la gráfica se alejan de la estética de la elite dominante. Su filiación político ideológica, como la de la mayor parte de los trabajadores de la época, se encontraba del lado de la izquierda, en el anarquismo y el anarco sindicalismo. Explícitamente lo expresa Bellocq: la pintura debe ser una “disciplina  militante”.  El grupo impulsa un arte por y para el pueblo, que muestre las injusticias del capitalismo y que sirva para transformar la sociedad. Los “Artistas del Pueblo” se conocieron en la Sociedad Estímulos de Bellas Artes hacia 1913. Santiago Palazzo que también fue miembro del grupo inicial, muere a los 23 años, en 1918. En la muestra póstuma, las palabras de su hermano describen el espíritu reinante: “Su bohemia, al contrario de lo que sucede en algunas novelas, consistía en ser activo, en superarse día a día, en producir por encima de su precaria condición económica. […] Ajeno a las artimañas lucrativas, él no quería engañarse ofreciendo obras de perfección académica, sacrificando el fondo a la forma […] Cuando se es rebelde no hay fórmulas exactas. Cuando se es personal, no hay profesores ni conformismo.”

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