“Después de Murillo 666, fuimos el segundo negocio en instalarse en esta zona de cueros sobre la calle Murillo. Todo esto ocurrió en 1992 y fue una especie de efecto dominó. Mi viejo era del oficio del cuero y un día nos enteramos que existía un negocio que vendía muchísimo, era una puertita donde la gente subía y se llevaba de a cuatro camperas. Evidentemente no fuimos los únicos que vimos una oportunidad para aprovechar y así fue surgiendo el fenómeno Murillo. Era algo muy fuerte, Murillo hasta ese momento era una calle muerta y ver esa explosión en un lugar tan impensado era muy llamativo. 100 personas haciendo cola para comprar una campera, era demencial. En ese primer año del 92 llegamos a ser 3 o 4 los negocios, al año siguiente ya fuimos como diez, y hoy habrá unos 60 locales. El chiste era que vos antes comprabas una campera en Florida a un precio x, y en Murillo la pagabas la mitad. Era famosa la publicidad que decía que en Murillo por el precio de una te llevas dos, por el precio de dos te llevas cuatro. Y era cierto! Al principio era todo consumo interno. Cero extranjeros. Del barrio pocos, lo normal, el grueso era de otros barrios y de provincia. Y al poco tiempo ya empezó el mayorista del interior que compraba cantidad y se llevaba a sus provincias para reventa. El turismo fuerte arranca en el 2002. Fue otra explosión. Muy loco, en uno de los peores momentos del país tuve el mejor momento económico de mi vida y ese fue el pico máximo de Murillo. Muchos brasileros y europeos. No dábamos abasto, no hay que olvidarse que este trabajo continúa siendo artesanal. No existe una maquina donde vos pones un pedazo de cuero de un lado y te sale una campera del otro.”
Ricky es un enamorado de Villa Crespo, un agradecido de su trabajo con el cuero y un apasionado hincha de Atlanta, y todas esas sensaciones se mezclan en su discurso y en su manera de mirar al barrio.
“De cada 10 personas a las que le decís Murillo, 9 saben que es la calle del cuero, por eso conviene que los locales se centralicen en una zona determinada. Tal vez la competencia aumenta, pero el problema general es el contexto económico y no la cantidad de locales. Acá funciona una especie de efecto derrame y cuando uno labura, laburamos todos. Otra ventaja de la centralización es que te levanta una zona y esto le hizo un bien enorme a esta ala del barrio que estaba muerta y muy descuidada. Esto lo noté claramente porque yo además vivo acá en esta parte del barrio, exactamente arriba del negocio, y fue categórico el cambio en la zona para bien. De todos modos siempre me gustó vivir acá. Es lejos el mejor barrio de Buenos Aires. Es muy céntrico, accesible, muy tranquilo en el contexto en el que vivimos, tenés todos los bancos, negocios, bares, restaurantes, dos pizzerías de más de 60 año y Atlanta que es algo muy fuerte para mí. Aprendí a jugar al futbol, a nadar, a tirar al aro, todo lo hice en Atlanta, vivía en el club. Te lo podría definir así: Villa Crespo es mi hogar, es el lugar en donde yo me quiero morir. Murillo fue el sueño del pibe hecho realidad: trabajar abajo de mi casa. Subo y bajo una escalera. Y Atlanta es una pasión que no tiene mucha explicación, es el pedazo más grande de Villa crespo, es el corazón del barrio.”