Ricardo vive en el barrio desde 1970 y siete años después de su llegada puso en funcionamiento la Heladería Artesanal Malvinas que sigue siendo un referente a pesar de todos los cambios que sufrió Villa Crespo.
“Hay un fenómeno general que es el movimiento. Yo viajaba en tranvía por ejemplo, hoy los chicos ni saben lo que es eso. El barrio era mucho más tranquilo pero con otro tipo de tendencia nocturna en relación al local. Después de las 12 de la noche la gente no circula por la heladería, antes llegabas a las 3 de la mañana y tenías a la familia comiendo helado y en verano hasta se amanecía en el negocio. Me ha pasado de estar baldeando la vereda a la madrugada y que cayera un auto a comprar helado. Hoy eso no existe. El consumo cambió. La gente quiere el helado en el domicilio. Nosotros por ejemplo somos de los pocos que aún tenemos bebedero en el local, todo un símbolo de otra época, que era fundamental cuando se comía el helado dentro de la heladería.
El barrio cambia, pero así y todo sigo pensando que Villa Crespo continúa siendo un barrio tradicional. Tiene una identidad fuerte. El tango, Pugliese, el cuero, Warnes, la escritura, Atlanta. Villa Crespo tiene historia. Y eso es difícil que se pierda. Las grandes cadenas de helados por ejemplo aún no han entrado al barrio, y eso que hoy en día ya no son tantas las heladerías artesanales, ni acá, ni en capital federal en general. Entonces, que Villa Crespo siga teniendo heladerías artesanales y no cadenas, habla un poco de ese costado tradicional que tiene y que va a ser difícil que pierda del todo.”
Ricardo comparte la charla con su hija que también trabaja en la heladería, y en una especie de acuerdo generacional, ambos coinciden con que no todos los cambios fueron negativos.
“La fabricación cambió para bien. Nuevas técnicas, otra materia prima, máquinas nuevas. La leche, por ejemplo, la comprábamos suelta, 100 litros en tarros inmensos, y teníamos que hervirla y pasteurizarla. Era un infierno. Hoy no se usa leche fluida salvo para algún que otro gusto. Ahora se usa agua y leche en polvo. Ponés todo en la cauterizadora, apretás dos botones y la máquina te avisa cuando todo está listo. Lo que no cambió para las heladería artesanales, es la utilización de productos naturales como la fruta, en especial en las estaciones adecuadas, la única diferencia es que ahora tenemos la tecnología a favor. Hay gustos de otra época que también cambian y ya no se hacen más, como la crema portuguesa a base de vainilla con frutas abrillantadas, que cuando yo era chico era parte del ABC junto con dulce de leche y chocolate; y hay gustos que se van y vuelven como el pistacho. Antes no se concebía una heladería que no tuviera ese gusto, después se dejó de hacer y hoy está de moda de nuevo. Los vecinos, recuerda la hija de Ricardo, juntaron firmas y tuvimos que volver a fabricarlo. No tuvimos opción. Al fin y al cabo nos debemos al barrio y al gusto de sus habitantes.”