Entre frascos de vidrio y muebles de madera antiguos, Arturo nos cuenta que su abuelo compró la farmacia en 1914, pero aclara que el local ya funcionaba desde el año 1895. Recuerda también que solía reírse, cuando 30 o 40 años atrás, todo el mundo le preguntaba cuando pensaba modernizarla. Y del mismo modo se se ríe hoy, cuando los vecinos le piden por favor que ni se le ocurra tocarla.
“Hoy intentamos seguir siendo un boticario, pero es más difícil. El trabajo cambió bastante, antes el negocio era del farmacéutico, desde la recepción de la receta hasta la entrega del medicamento, todo se hacía en la farmacia. Hoy en día el negocio es del laboratorio, y el farmacéutico pasó a ser un simple vendedor. Lo que no ha cambiado tanto es la relación con los vecinos, por lo menos en nuestro local. Aquí la gente sigue viniendo no solo a comprar, sino a charlar con nosotros. Me acuerdo siempre de una señora que me decía que tenía que poner un anexo tipo café literario, porque acá lo clientes vienen a hablar de muchas otras cosas: futbol, libros, viaje, de la vida. Y eso fue algo que herede de mi padre y de mi abuelo. Yo me acuerdo que los domingo que había guardia, mi viejo recibía a sus amigos y me mandaba a comprar pizza para todos. Se llenaba de gente. Las farmacias eran lugares de reunión y el farmacéutico era una persona respetada, estaba ligada al saber, y era uno de los personajes infaltables en todo barrio. Mi abuelo por ejemplo fue el ministro de salud pública de la República de Villa Crespo.”
Arturo habla Del Águila como si fuera su hogar, de hecho casi que lo es. Así como su padre vivió en la casa de atrás del local, Arturo vive hoy en la casa de arriba, y la farmacia es una especie de extensión de su vivienda. Sobre el mostrador uno puede ver almanaques de otros años, libros antiguos y fotos viejas; y una de las vidrieras es una especie de museo antiguo decorada con cámaras de foto, radios, raquetas de tenis, algún que otro trofeo de un desaparecido club de futbol barrial, y por supuesto frascos y cajas de medicamentos de otras épocas.
“En aquellos años era muy común que la Farmacia sea un anexo de la vivienda del boticario, sobre todo por las guardias, que las farmacias de barrio de hoy en día casi ni hacen. El farmacéutico era consultado por todo y casi tenía que estar disponible todo el tiempo. Era un poco como el médico de familia en el barrio. Conocer a la persona y a su familia te genera un vínculo distinto. La gran mayoría de la gente que viene a comprar acá, es gente que conocemos desde hace muchos años. En las grandes cadenas de farmacias yo creo que eso se perdió totalmente o quizás ese vínculo nunca existió.