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No sé cuánto tiempo le queda con las torres y el progreso, pero todavía mantiene pertenencia, idiosincrasia e historia. Eso es lo que distingue a Saavedra.

En 2011, junto a su amigo Diego, abrieron uno de los primeros restaurantes de alrededor del parque Saavedra. “El primer día que vinimos a recorrer el parque había un señor colgando un cartel de alquiler en este local. La única habilitación que había tenido era de una concesionaria de autos del 69. Nunca entendimos cómo entró un auto acá”, se ríe. “Al principio la remamos, pasamos el invierno y de ahí para adelante la empezamos a pasar bien, pero no sólo por el hecho de que nos fuera bien, sino porque le empezamos querer al negocio. El público ha tenido épocas, pero siempre se sostuvo como sello que los fines de semana vienen familias. Ahora en 8 cuadras somos 15 restaurantes, pero cuando llegamos no había nadie. Me acuerdo que teníamos enfrente un paredón graffitiado a diario, sobre la fachada de la casa de nuestro amado vecino Luisito. ¡Le propusimos pintar el Cabildo! pero no teníamos quién lo pintara… hasta que llegó de visita Eduardo, un catalán que se quedó más de 2 años trabajando de mozo. Primero fue el Cabildo. Después siguió en la ochava de Roque Pérez y Vilela con los murales de Goyeneche y 5 escenas de Bestiario de Cortázar, emblemáticos del barrio. Saavedra tiene esa ambivalencia de ser un lugar super urbano porque estás a una cuadra de la General Paz y de la Panamericana, pero tenés pocos edificios, y tenés barrio. Saavedra es autóctono, mantiene mucho la herencia histórica. Mi abuelo, tano, vino de Santa Fe en los 60s. Era fanático de Platense, fue jugador de la primera en los años 50… Yo creo que el arraigo viene heredado de los inmigrantes, esta cosa de pertenencia, de amar la esquina, el nido. La capital está desbordada. Los barrios que mantienen esta idiosincrasia y tranquilidad son los periféricos. El vecino de enfrente me cuenta que el parque tenía una laguna en el medio, Miriam la modista, el kiosquero de la vuelta, las 3 señoras que van a la Iglesia te siguen contando las historias del barrio… No sé cuánto tiempo le queda con las torres y el progreso, pero todavía mantiene pertenencia, idiosincrasia e historia. Eso es lo que distingue a Saavedra.

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