“Mi abuelo vino de Siria con su familia siendo chiquito, en la década del 30. Se instalaron en la vieja Avenida del Tejar y Plaza, cuando no había más que 4 o 5 localcitos y las calles eran de tierra. Tuvieron una verdulería, después una pizzería, Don Juan, en la que ya trabajaron mis padres. Todos los comerciantes de Saavedra se conocían entre ellos. Un cliente del bar se acordaba que cuando mi abuelo tenía la verdulería y la gente no tenía para comer, él les daba. Son cosas que yo no sabía, y que te lo cuente un vecino es emocionante. En el centro vos sos un cliente más, acá, si no vas por unos días, te preguntan cómo anduviste, y no porque te vayas a comprar a otro lado, sino por el interés de saber cómo estás. Si vos pasás por un local y ves la persiana baja le preguntás a algún vecino que pasó. Todo se sabe, desde un lugar, no del chusmerío, sino de la mirada al otro. Es como que no es 100% Capital. Con mi familia vivíamos al lado del Parque Saavedra, así que de chica, si no estaba en la casa de una vecina, o en la vereda, estaba en el parque. Antes sólo estaba la calesita, no estaba tan lleno de cemento y bicisendas como hoy. Llegaba el verano y nos instalábamos con mis amigas días enteros en la pileta de los Scouts de San Jorge. La gente los fines de semana era contada, sabías quién era quién, dónde se juntaban… Este bar antiguamente fue una bicicletería. Mi hermano, Juan y su amigo Jorge, ambos hinchas de Platense, le pusieron Brown en honor al club. Yo soy su mano derecha y empujé desde el comienzo. Confiamos en que va a ir bien, es una zona que se está poniendo muy linda, cerca de Cabildo, con el hermoso boulevard de García del Río… Antes no había todos los edificios como ahora, pero con más edificios hay más demanda. Esta zona tiene un público más joven o que recién llega. Nosotros somos jóvenes, con ganas y siempre vivimos lo que es la cultura del trabajo. La gente del barrio está contenta con el proyecto, es gente que te conoce, que conoce a tu familia. Sigue habiendo conexión entre la gente. A veces las cosas que pasan acá son atemporales, a comparación de la vorágine del día a día en la ciudad. A pesar de que el barrio crece, muchas casas se mantienen con hijos y nietos. Eso fue heredándose. Todos en mi familia seguimos viviendo en el barrio. No nos gusta la idea de irnos, es un sentimiento que está arraigado. Los que conocen el barrio se quieren quedar.”
Todos en mi familia seguimos viviendo en el barrio. No nos gusta la idea de irnos, es un sentimiento que está arraigado.