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En el Parque Saavedra se junta gente de mi edad y más grande a recordar viejos tiempos y a bailar folclore, al lado de la calesita.

“Mi esposo nació en el barrio. Nos conocimos estudiando, nos casamos y desde el 78 estoy en Saavedra. Antes, con los vecinos nos conocíamos todos. Con mi marido íbamos al Spilimbergo a hacer talleres literarios o a bailar tango. Siempre tratábamos de hacer todas las cosas en el barrio. Ya siendo padres, en la misma cuadra éramos varios vecinos que teníamos nenes chiquitos y nos juntábamos a bailar el sábado a la noche en alguna casa. Nos divertíamos mucho y los chicos también. Era familiar, no salíamos tanto hacia afuera. Llevábamos a los chicos al colegio, con otros vecinos, todos juntos. Éramos muy unidos. A veces un vecino es más importante que la familia que vive lejos. En los carnavales jugábamos con los baldes y las bombitas en la vereda. En las fiestas nos reuníamos después de las 12 a festejar navidad y fin de año. Fue una época muy alegre, los chicos vivían su niñez en la calle, sin tanta tecnología como hay ahora, con más esparcimiento y creatividad. Era otra la vida.” Mari es bibliotecaria desde 2005 en la Cornelio Saavedra. “Desde los colegios y las bibliotecas, en pareja pedagógica, trabajamos para incentivar a los chicos. Es como volver otra vez al barrio, porque hoy mis nietos, van a la par que los nietos de los vecinos de esa época, entonces nos reencontramos. En el Parque Saavedra se junta gente de mi edad y más grande a recordar viejos tiempos y a bailar folclore, al lado de la calesita. Es muy lindo ver ese espíritu que hay de ganas de vivir, de superarse, de divertirse, es admirable. El barrio se transformó totalmente. Antes, estaba la fábrica de medias París, había tiendas, mercerías, carnicerías, almacenes… todos vecinos que ya no están. Vinieron bares nuevos con otra impronta y, al haber más edificios, hay mucha gente joven, nueva. Con mi vecina todavía vamos juntas a hacer las compras a la feria, nos encontramos en Atilano a tomar algo, charlamos de nuestros hijos, de las cosas que pasan en el barrio. En los carnavales vamos a la calle Pinto con todos los vecinos, los nietos y nos divertimos. Tratamos de participar en todo lo que sea barrial. Saavedra es lugar único, hermoso, de gente solidaria, inteligente, luchadora. No hay como este barrio.  Mis hijos siguen viviendo acá. Ni pensamos en irnos, porque el barrio está en el corazón de uno y toda la actividad que uno desarrolló y fue construyendo sigue viva en el barrio.” 

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