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La idea es brindar una posibilidad para que cualquiera pueda venir y estudiar, para mantener la identidad a través de la cultura.

Yo llegué en el 94, recientemente había caído la Unión Soviética, era un caos en todas las repúblicas, y vinimos a la Argentina porque me quería ir de allá y viajar a un lugar donde pudiera entrar legalmente, no ir a Europa porque ahí había que esconderse. Yo quería llegar y sentirme como uno más con la posibilidad de trabajar y luchar por lo suyo. Al mes de haber llegado ya estaba trabajando en el teatro argentino de La Plata, un año y medio después, gané un concurso para trabajar en el Teatro Colón. Diez años después, un amigo que estaba dirigiendo a los más chiquitos del conjunto Nairí, me invitó a dirigirlo porque él se iba.

Nairí es una manera muy antigua de llamar a Armenia. Este conjunto nace por iniciativa de la HOM, que son siglas en armenio y significa “mujeres armenias” de beneficencia. La idea es brindar una posibilidad para que cualquiera pueda venir y estudiar, para mantener la identidad a través de la cultura. Nairí este año cumple 40 años.

Con mi mujer, Tereza Sargsian, somos bailarines clásicos y, si bien nosotros estudiamos la danza armenia allá en armenia, agarramos los pasos folklóricos, algunos tal cual y otros los transformamos y le damos ese contexto al grupo. Para nosotros fue una grata invitación porque vivimos de la danza y vivimos la danza. Lo que más nos hace sentir bien, con mi mujer, es dar lo que nosotros aprendimos en Armenia a los chicos que quizás no tengan otra oportunidad de ir a otro lugar que no sea un conjunto de acá, saber de la danza y de la cultura armenia, que los chicos sientan que tienen ese origen y que tienen un lugar en la armenidad.

En el año 2006 fuimos en Armenia a un festival que se llama “Mi Armenia”, que cada dos años se hace con la danza. Nairí viajó a Armenia por primera vez. Volvimos con muchísimo entusiasmo. En el grupo tenemos chicos que no son descendientes de armenios, hay uno que hace más de 4 años que está bailando con nosotros. No hacemos diferencia, menos puedo hacerlo yo que me tomaron como un argentino más y que no puedo decir que no soy de acá. Por supuesto, nos alegra cuando un chico armenio viene y quiere aprender, pero está abierto para todos.

Siempre volvemos a las raíces, cuando veamos un símbolo nos va a llamar la atención, lo llevamos en la sangre. Si bien vivimos en un país donde se le abren las puertas a todos, y por lo cual yo estoy muy agradecido, que me dio todas la posibilidades, que me trató como un argentino, pero inconscientemente llevo aquel origen en la sangre.

© “Armenios en la Ciudad de Buenos Aires” de Carlos Iglesias –  Rumbo Sur, 2018.

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