Graciela Dakessian, que ya nos contó su historia en la página anterior, fue maestra y ahora es bibliotecaria del Colegio Arzruní (y en una escuela púbica del barrio Floresta). Le pedimos que nos cuente algunos rasgos de las escuelas armenias, en especial del Arzruni donde enseña desde hace 32 años.
En las escuelas que más conozco, Bakchellian donde hice la primaria y el Arzruni donde trabajo, son escuelas abiertas a la comunidad. Viene mucha gente que no tiene nada que ver con los armenios; se acercan por un motivo u otro y dejan a sus chicos en turno tarde y estos chicos hablan armenio. Por ejemplo, el grupo de danzas armenias Kaiane, se va a Armenia y muchos de esos chicos no tienen nada que ver, son ex alumnos de acá. Creo que esto es maravilloso y realmente lo agradezco, está apertura de las escuelas de barrio, qué visión que tuvieron cuando fundaron la escuela, cuando pusieron la piedra fundamental fue abierta la comunidad.
Esta, como otras escuelas de barrio, está hecha con sangre sudor y lágrimas, con el trabajo de los primeros que llegaron donando su trabajo desinteresado, yendo a buscar las maderas al Tigre prácticamente al hombro, en carro para hacer la iglesia primero y después la escuela. Me maravillo con la visión que tuvieron, porque el hijo del Gallego, el hijo del Tano vinieron a la escuela y nos enriquecemos todos, y Armenia sigue creciendo a través de ellos. Hay muchas personas que mandan a sus hijos cerca que no tienen nada de Armenia y cantan, bailan y viven lo armenio. Creo que esta gente que no tiene sangre Armenia, que hace un montón de cosas relacionadas con lo armenio es transmisora de la armenidad; yo pienso que acá en Buenos Aires estamos sembrando mucha armenidad.
Ahora tenemos una segunda inmigración Armenia, y acá el Colegio Arzruni ha recibido muchos de estos inmigrantes nuevos y fue todo un tema la inclusión. La directora tuvo la decisión valiente y totalmente adecuada de poner al chico según la edad que tenía en el grado que le corresponde, fue una decisión muy fuerte, muy jugada, ya que el chico no sabía una palabra de castellano/español pero estaba, por ejemplo, en quinto grado. Se trataba de no hablar armenio porque a ese chico habia que enseñarle español. Es increíble ver cómo aprendieron y enseguida, en dos meses, estaban hablando en porteño, porque los chicos entre ellos enseñan en español y yo me encontré diciéndole a los padres que traten de hablarles a sus hijos en español, y es muy raro porque a nosotros nos pasó que a nuestros padres les decían “tratá de hablarle en armenio a tus hijos”, todo al revés…
A los armenios que llegan, en dos meses no los conocés, se hacen porteños y no sabés quién es quién. Los argentinos tenemos eso, enseguida nos incluimos, enseguida somos los amigos, enseguida armamos cosas, y cuando vienen acá también, enseguida los abrazamos. Acá hay un chico que compite en natación, no es armenio, y ¿sabés cómo se lo conoce en el ámbito de la natación?: como el armenio. Pero andá a decirle a ese pibe que no es armenio.
© “Armenios en la Ciudad de Buenos Aires” de Carlos Iglesias – Rumbo Sur, 2018.