Por lo general, cuando los migrantes llegan a un lugar comienzan a buscar gente de su misma nacionalidad para ayudarse mutuamente, y así comienzan a generar lugares de encuentro, a construir clubes, escuelas, iglesias, para poder mantener sus tradiciones. La comunidad armenia en Buenos Aires se establece de esa manera, y comenzó a conformarse aproximadamente entre 1912 y 1915, es decir, coincidiendo con el Genocidio Armenio, por el cual se vieron forzados a abandonar su lugar de origen. No obstante, la gran oleada migratoria comenzó a llegar en 1925-1926, dado que en un principio los armenios se habían quedado en países aledaños, cercanos a sus tierras natales, para ver si cambiaba la realidad en su patria, esperando regresar en algún momento. Pero no lo pudieron hacer ya que se dieron cuenta que la situación no se iba a modificar, entonces buscaron otras costas.
El Centro Armenio de Argentina se hallaba al comienzo en otro domicilio físico, distinto a donde se encuentra ahora. Estaba sobre la calle San Juan, en una casa antigua. Las propiedades de la comunidad se adquirían con el aporte de todos. Aunque algunas familias no tuvieran para comer en ocasiones, siempre un aporte para la comunidad hacían.
Ya en su domicilio actual de la calle Armenia, en el barrio de Palermo, lo primero que se construyó en el Centro Armenio fue el salón ahora denominado “Sala Siranush”, hace más de 80 años. Ese espacio se utilizaba -cuando la catedral San Gregorio El Iluminador no existía aún- como lugar de rezo, como templo. Poco a poco la institución se fue ampliando, adaptando a las épocas, y el momento más importante de la comunidad fue cuando se decide hacer escuelas incorporadas a la enseñanza oficial. Ese fue el gran cambio, una decisión fundamental.
El Centro Armenio cubre la representatividad religiosa de la comunidad ante las autoridades argentinas. Administramos la Iglesia con sus distintas sedes, el Cementerio Armenio, un colegio con los tres niveles: jardín, primaria y secundaria. También somos sede del Laboratorio de Idiomas de la UBA en Palermo, tenemos una sala de teatro, toda una actividad política que nos compromete por ser la cabeza del culto armenio. Tenemos a su vez un gran compromiso con la embajada de Armenia y con Armenia, es decir, el trabajo es enorme y de mucha responsabilidad. Tratamos de hacerlo lo mejor posible. Esta es la casa de todos, al margen de las afiliaciones políticas o ideológicas.
El armenio naturalmente es una persona cálida, afable, honesta y trabajadora. Siempre ha sido muy querida y respetada. En las épocas en que los barrios porteños estaban conformados por personas de distintas comunidades, el armenio solía mediar en los conflictos.
Hace 20 o 40 años, por un tema de supervivencia, la comunidad estaba más cerrada, pero en la actualidad las instituciones armenias están totalmente abiertas. Acá hay chicos que no tienen origen armenio y son excelentes alumnos, son abanderados de la sección armenia, y viajan a Armenia cuando egresan de la escuela secundaria.
© “Armenios en la Ciudad de Buenos Aires” de Carlos Iglesias – Rumbo Sur, 2018.