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Es un gran proyecto donde los chicos trabajan por su viaje, por más que una familia pueda pagarlo no pueden no venir a trabajar, entonces se genera un clima agradable de compañerismo.

Desde su creación, uno de los objetivos de los Directivos del Instituto Marie Manoogian era que todos los egresados pudieran conocer Armenia. Al principio, cada grupo juntaba la plata como podía, organizaban asados familiares, rifas, bingos. Pero en el 83 a un grupo de padres se le ocurrió hacer algo un poco más organizado, así surgió la cena de los viernes. Primero se hacía en un salón pequeño, y tuvo éxito, a través de los años fue haciéndose lo que es ahora, de 50 personas y llegó a tener, entre viernes y sábado, 900 personas, 900 cubiertos.

Es como un tren, uno se sube un año y al otro año se baja y el tren sigue. Cuando comenzás a trabajar en la cena te van diciendo cómo es la tarea, y está muy organizado. Todos sabemos que hay que ponerle onda porque es muy cansador, entramos los viernes a las 4 de la tarde y hasta las 2 y media de la mañana no nos vamos. Es un gran proyecto donde los chicos trabajan por su viaje, por más que una familia pueda pagarlo no pueden no venir a trabajar, entonces se genera un clima agradable de compañerismo. Es un viaje de estudios y de encuentros. Los chicos se preparan estudiando historia, geografía, tradiciones, idioma, cultura armenia y cuando van, pueden cerrar el ciclo, verlo en vivo, vivenciar todo lo que aprendieron.

Cuando yo era chica viajar a Armenia no era un objetivo, tampoco era tan fácil porque formaba parte de la URSS y no había identificación con el régimen, no la sentíamos tan nuestra tierra. A mis padres jamás se les hubiera ocurrido. En cambio, con las nuevas generaciones eso cambió y los chicos viajan y los adultos también podemos viajar a conocer Armenia. Pero hay un plus que tiene que ver con que ellos mismos se ganaron el viaje con su trabajo. Los chicos aprenden mucho cuando trabajan, ya que, en general, no están acostumbrados a trabajar, ni a tratar con tantos extraños, ni a tener responsabilidades de esta envergadura, y de golpe tienen que armar el salón, atender mesas, donde la gente les exige y a veces se olvidan que no son mozos profesionales y aprenden muchísimo. Es más, muchos chicos ponen en sus currículums, como primera experiencia, el trabajo en las cenas, y son muy valorados. Todos aprendemos mucho, es una gran experiencia de convivencia.

Todos juntos, alumnos, padres, hermanos, directivos, colaboradores, llevamos adelante el proyecto con la esperanza y el objetivo de que continúe por muchos años más y, sobre todo, agradeciendo a la Institución, la Unión General Armenia de Beneficencia, por brindar los medios para que nuestros hijos puedan concretar su tan ansiado viaje a Armenia, la tierra de sus ancestros.

Margarita Mateossian

© “Armenios en la Ciudad de Buenos Aires” de Carlos Iglesias –  Rumbo Sur, 2018.

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