LEILA GUERRIERO
Junín, Buenos Aires (1967)
Tendré unos 5 años. Es invierno. Estoy en la casa de mi abuela paterna, un ser muy importante para mí. Me gusta mucho esta foto porque veo algo en esa niña que fui. Me reconozco mucho en la mirada. Veo la foto y me arriesgo a pensar que puedo saber lo que estaba pensado o sintiendo. O por lo menos, tengo cierta sospecha de la atmósfera o del estado de ánimo que tenía en ese momento.
“Siempre estoy escribiendo. Todo el tiempo. Todos los días. Para mí no existe la vida sin escritura, no la puedo imaginar. No se me ocurriría cómo”
Era una chica muy ensoñada, me encantaba proyectar mi propia película cuando iba en el auto y me imaginaba cosas. Y en algún momento todo eso pasó a un papel. Me di cultaba pensar la escritura como algo con lo que podía ganarme la vida y estudié Turismo, pero no dejé de escribir nunca. Me sentí periodista desde el momento en que empecé a ser periodista, y dejé de escribir cción. No tuve nada más que decir en la cción. Todo lo que quise decir, el periodismo me lo dio. Mi obsesión es la diversidad más plena, no tengo obsesiones: he entrevistado a personas que asesinaron a otras, he entrevistado a Nicanor Parra, he entrevistado a directores de cine, bailarines de malambo, familiares de suicidas… ¿cuál es el hilo conductor de todo eso? La curiosidad. Si no tenés interés y fascinación por el otro, no podés ser periodista, sos un onanista. A mí me producen curiosidad mu- chísimas cosas. Parafraseando a Fogwill: “Es más fácil escribir que evitar la sensación de sinsentido que produce no hacerlo”.