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Creo que mi relación con la colectividad tiene que ver con ser activo en los reclamos, ejercitando el periodismo.

En casa se hablaba el armenio. Mi abuela no vivía con nosotros pero hablar armenio era una condición. Un recuerdo de eso es que empecé el jardín en el Colegio Jrimian y no sabía hablar en español. Recuerdo la casa de mi abuelos Yervant Asilian y Dicranui. Tengo el recuerdo de estar sentado en el regazo de mi abuelo y mi abuela cantándome canciones, como, por ejemplo, la que decía “somos los nietos del General Antranik”. En la adolescencia participé del conjunto Nairí de HOM un par de años, hasta que fuimos un grupo entre 60 o 70 adolescentes y con el apoyo del arzobispado en un verano ya estábamos creando el conjunto Masis. Los amigos se hicieron ahí, podríamos estar desde las 10 de la mañana en Palermo hasta las 5, 6 de la tarde ensayando cortando al mediodía comiendo Lehmeyun con alguna gaseosa y ahí se creaban esos vínculos.

Del Genocidio no se hablo en casa, eso fue en el colegio, y recuerdo que en segundo o tercer grado ya te empezaban a contar esas historias, que uno llevaba y comentaba en la casa, porque algunos abuelos tomaban la decisión de no llevar el trauma a los chicos a la familia. Después fuimos elaborando las ideas, pasada la adolescencia, por una cuestión también temporal porque en la Argentina no se hablaba mucho sobre DDHH. Luego pudimos relacionar una cosa con la otra. Con los chicos de Masis por ejemplo me acuerdo que hacíamos cosas activas por el reconocimiento: hicimos una caravana con autos, convocamos a dar vuelta por Buenos Aires con carteles, repartiendo volantes y, más de grande, cuando estaba desligado del conjunto hicimos un flash movie Kochari, que es la danza nacional armenia, convocando a los tres conjuntos de danzas y lo hicimos en el Obelisco, delante de la feria del libro y en parque Centenario.

No puedo desligar lo armenio de mi persona. Doy clases en un colegio armenio, amo la música armenia, me crié escuchando música armenia. Recuerdo que mi abuela había viajado a Siria con mi tío y habían traído unos videos, y un domingo escuché y vi por primera vez la canción “Im hayrenik”, que significa “mi armenia”, cantada por Rubén Matevosyan, y eso me quedó en la memoria. Creo que mi relación con la colectividad tiene que ver con ser activo en los reclamos, ejercitando el periodismo, tanto el que realizo en mi programa radial “Ayres de Armenia” como mi tarea en televisión. Creo que encontré esta actividad como para canalizar esa relación que uno tiene entre los sentimientos, la razón y el deber, porque también creo que es un deber ser soldado de la memoria.

© “Armenios en la Ciudad de Buenos Aires” de Carlos Iglesias –  Rumbo Sur, 2018.

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