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Me siento armenia desde que nací. Hasta los 6 años no hablaba castellano, porque en casa se hablaba armenio. Recién cuando fuimos a la escuela, empezamos a hablar el castellano.

Mi padre vino a la Argentina en el año 1923, mi Madre en 1928 a consecuencia del Genocidio armenio. Mis antepasados son armenios y todos del mismo pueblo de Aintab. Me siento armenia desde que nací. Hasta los 6 años no hablaba castellano, porque en casa se hablaba armenio. Recién cuando fuimos a la escuela, empezamos a hablar el castellano. También en ese momento mi madre aprendió a leer y escribir con mi hermano mayor. Nosotros fuimos todos a escuelas y universidades del estado. Vivo en la misma casa familiar donde nací en el barrio de Villa Urquiza, frente a parque Chas que,  por aquel entonces (1825) era campo, donde había una fábrica de ladrillos y había ganado (vacas). Rodeados de vecinos alemanes, árabes, irlandeses, italianos y españoles, nos integramos a través de la escuela.

Desde jovencita mis padres querían que aprendiera todos los quehaceres que le conciernen a las mujeres: cocina, coser, bordar, tocar el piano. Era el año 1950. Fue en ese entonces cuando comencé a cocinar los domingos. Lo primero que hice fue comprar ravioles y ponerle salsa. Mi padre me dijo: “Esto lo vamos a comer, pero esto de ir a comprar pasta y preparar una salsa, esto no es hacer comida, esto lo puede hacer cualquiera. Usted es mi hija, tiene que aprender nuestras comidas, aprenda de su madre”. Después fui mejorando en el arte culinario armenio. Al mismo tiempo, a través de los años, avancé estudiando y trabajando en varias empresas. Aprendí mucho.

En paralelo yo tenía la inquietud de la comida porque decían los que sabían: “Esto se cocina así, esto se cocina asá”. Entonces le preguntaba a mi madre, a mi abuela, a mis tías, y empecé a investigar y a escribir. Además me di cuenta con el tiempo que si esas recetas no se escribían iban a desaparecer.

En el año 1980 muere mi padre y le pregunté a mi madre qué quería hacer y ella me dijo que lo único que sabia hacer era cocinar, y cocinamos. La dueña de la panadería Armenia había sido compañera de colegio de mi madre y nos dijo: “yo les vendo aquí lo que puedan hacer”, dándonos su apoyo a nuestro proyecto. Ellos hacían el pan y las empanadas, lehmeyun y vendían productos orientales. Nosotros comenzamos a elaborar las hojas de parra rellenas, sarmá; el kebbe (masa de trigo y rellena de carne picada) y los fiambres: bastermá y suyuc. Le fui dando formato a la presentación de los productos y utilicé mis conocimientos comerciales para organizar nuestro emprendimiento. Al mismo tiempo comencé a tomar cursos con grandes chefs franceses y con esos conocimientos mejoré la elaboración y presentación de los platos.

© “Armenios en la Ciudad de Buenos Aires” de Carlos Iglesias –  Rumbo Sur, 2018.

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