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Avakian es mi apellido materno. No lo tengo en el documento. Quisiera tenerlo porque el “ian” es distintivo. Por eso, un día, cerca de la fecha del centenario del genocidio, creo que fue volviendo de una marcha, decidí comenzar a usarlo como un gesto indicativo de mi identidad, y tengo pendiente formalizarlo.

Soy lejana descendiente de italianos por el lado paterno (Gandolfo). Avakian es mi apellido materno. No lo tengo en el documento. Quisiera tenerlo porque el “ian” es distintivo. Por eso, un día, cerca de la fecha del  centenario del genocidio, creo que fue volviendo de una marcha, decidí comenzar a usarlo como un gesto indicativo de mi identidad, y tengo pendiente formalizarlo.

Cuando era chica, todos los fines de semana íbamos a visitar a  mis abuelos. Un fin de semana a la casa de mis abuelos paternos y al siguiente, a la casa de mi abuela materna. Se llamaba Horopsime, oriunda de Hadjin. Ella vivía con mi tía y  ambas hablaban armenio. Además cocinaban muy bien. Siempre nos reunía la comida. Mi abuela no tenía como principio transmitirles esto a sus hijos o a sus nietos, sino que le salía así, no se lo proponía, ella lo hacía naturalmente. De hecho, durante toda su vida habló una mezcla entre la lengua local y el armenio. Ella era esa mezcla, ese cruce. Habitaba sus costumbres, sus comidas, su idioma. Mi abuelo se llamaba Katchadour, él vino de Coñac. No lo conocí pero sé de su historia a través de mi mamá.

Mi mamá, quizá por la generación a la que pertenece,  fue quien me transmitió la causa armenia y el reclamo, el salir a la calle. Con ella empezamos a ir a las marchas del 24 de abril y a otras actividades de la colectividad. Empecé, así, en mi adolescencia a vincularme desde lo comunitario, mientras que en mi infancia mi conexión había estado reducida al ámbito privado, familiar. Con los años comencé también a interesarme desde otras dimensiones, desde la perspectiva de los Derechos Humanos, la historia, el arte, el cine y el teatro. Hasta el día de hoy procuro abordar la causa desde estos lugares y repensar los saberes que traigo en relación a los ámbitos de formación que transito.

Desde siempre me reconocí armenia,  no recuerdo exactamente cuándo empecé a tener registro de eso. La certeza que tengo es que hace un tiempo atrás nuestra colectividad era un poco desconocida. No  se sabía  mucho de Armenia ni del Genocidio. Y entonces, al tiempo que me iba sensibilizando con la cuestión, que comenzaba a escuchar hablar de la palabra “negacionismo”, se despertó muy tempranamente en mí una creciente necesidad de reconocerme y trasmitir hacia el afuera, especialmente entre mis congéneres, esa parte de mi identidad.  Siempre fue una marca para mí, como una herida abierta, una huella,  porque vengo de allí.

© “Armenios en la Ciudad de Buenos Aires” de Carlos Iglesias –  Rumbo Sur, 2018.

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