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En todo ese tiempo me aporteñé, pero estaba muy pegado a la colectividad y a la comunidad, nunca aflojé eso. Los pasionistas de ese tiempo, en Santa Cruz, eran muy irlandeses, era medio como un club.

Nicolás Clancy, mi bisabuelo, fue el primero en venir en 1850 y arribó a San Vicente. En mi familia éramos cinco; mi mamá se llamaba Marcelina Teresa Mac Laughlin y mi papá Enrique. Casi todos hemos nacido en San Antonio de Areco, en el Hospital Morgan, donado por una millonaria irlandesa. Nosotros vivíamos en un rancho en el campo. Fuimos creciendo, y mis hermanos fueron al colegio Fahy. Yo no pude porque tenía sarampión, o algo así. Cuando dijeron que no podía, mi vieja dijo: “Que se metan la vacante en el traste”. Pero consiguió que fuera al colegio San Pablo pupilo, en Capitán Sarmiento (muchos eran irlandeses). Después decidí venir a Buenos Aires dado que mi tía, una vasca-francesa, esposa de mi tío Eduardo Clancy nos dice: “A todos los que quieran venir a probar suerte en Buenos Aires, yo los protejo durante seis meses en mi casa, con techo, comida y un viático para que salgan a buscar trabajo.” Y así lo hizo.

Me largué y empecé a trabajar en una compañía de carbones en Barracas. El gerente, John Barry Scott, me propuso a mí como jefe. Yo tenía 16 ó 17 años. Él prefería a todos irlandeses porque trabajábamos y no hacíamos macanas. Al principio viví en Colegiales, en la calle Conde al 900. Después en la calle Crámer, luego en Pedro Rivera y, por último, acá en Belgrano. En todo ese tiempo me aporteñé, pero estaba muy pegado a la colectividad y a la comunidad, nunca aflojé eso. Los pasionistas de ese tiempo, en Santa Cruz, eran muy irlandeses, era medio como un club. Los San Patricios que hacían ahí duraban dos días.

Fui parte de la comisión directiva del club Fahy y tesorero de la Federación. Después estuve como 15 años en la comisión del hogar de ancianos San Patricio (camino a La Plata). Participamos mucho no sólo en el club, sino también en otros lugares como los bazares, una especie de kermese, y todos aportaban algo. Había puestos de juegos, venta de ropa, comida, de todo. Esto lo organizaba la comisión directiva del hogar.

El irlandés tocaba mucho el acordeón. Yo tenía unas tías viejas, las Carey, que tocaban siempre y además se ponían a bailar en los primeros encuentros, en Luján, por ejemplo. Comíamos el Plum Pudding (el pan dulce de navidad), se carneaban chanchos, comer un cordero era muy irlandés, el té y los scons (hace rato que no como un scon como la gente), cuando están bien hechos son algo delicioso.

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