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ANDRES BINETTI / TEATRO DEL PUEBLO
precursores comunitarios
No sé si me interesa tanto el espectáculo sino el proceso de ensayo.

Soy dramaturgo, director teatral, docente y parte de la Fundación Somigliana, del Teatro del Pueblo, donde programo. Somos nueve personas las que programamos y todas trabajamos ad honorem.

Fundado por Leónidas Barletta en 1930, el Teatro del Pueblo es uno de los primeros teatros independientes de Argentina y de Latinoamérica, donde se estrenaron miles de obras, entre ellas, las cinco primeras de Roberto Arlt. Desde que lo maneja la Fundación Somigliana, el teatro se dedica está exclusivamente al autor nacional. Tuvo períodos donde no funcionó, y otro donde fue el Teatro de la Campana. Giró por varios lugares; estuvo un tiempo donde ahora está el Teatro San Martín, y el año que viene nos mudamos nuevamente y por primera vez vamos a tener un espacio propio. Es un teatro que trata de trabajar en función de la vocación teatral y cumple con la Ley Nacional del Teatro. Acá los elencos ensayan gratis, no se les cobra seguro ni se cobra el técnico.

Habiendo comenzado con Barletta, el teatro tiene un gran bagaje de la idea del teatro popular. Está muy vinculado a la comunidad, con entradas populares y con una programación muy diversa. Por acá pasaron la mayoría de los trabajadores del teatro de Buenos Aires, mucha gente de las provincias, se le han abierto posibilidades a mucha gente. Yo, por ejemplo, pude estrenar mi primera obra aquí, aun siendo alumno de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (EMAD).

Creo que con el Teatro del Pueblo cumplimos un rol importante en la sociedad, porque contribuimos a que haya espacios que no responden a una lógica de programación que tenga que ver exclusivamente con estéticas. Lo que vivimos en Buenos Aires es un festival permanente de teatro, una libertad creativa extraordinaria; somos uno de los países con mayor cantidad de teatro del mundo. Y me parece una vuelta interesante que trabajemos con la limitación de presentar obras de autores nacionales. A la vez, al no necesitar hacer rentable el bordereaux, porque dependemos de la fundación, podemos programar con libertad. Los programadores somos un grupo diverso y, si bien discutimos bastante, a todos nos interesa programar espectáculos de calidad, que sean interesantes pero que no que respondan a una única estética. Eso, me parece, es un beneficio para la comunidad.

Desafío y conquista

Originalmente, en los años treinta, Barletta trabajaba con la idea de un teatro volcado a lo vocacional, una idea bastante francesa, de actores que hacían todo, de cooperativas. Esto se fue replicando en distintas épocas; como lo que fue después el teatro de la Boero: el teatro independiente como espacio de resistencia. Se horizontalizaba el trabajo; un día actuabas, otro día eras boletero, se construían las escenografías. Es una línea de teatro independiente que sigue hasta hoy, con vocación de autogestión, de no dependencia y de que la obra de teatro es un fin en sí mismo, no un objeto comercial. Este panorama fue teniendo distintos nombres; ”alternativo”, “underground”, y hasta hoy en día trabaja con esos principios.

Barletta tenía varios manuales; el manual del actor, el del director, es muy interesante. Tenía una estructura muy férrea, e ideológicamente muy presente. Lo que probablemente se haya perdido o transformado es la idea de grupo estable.

En Buenos Aires quedan pocas de estas compañías estables, donde trabajan los mismos integrantes durante una temporada larga y van desarrollando una estética. No me parece mal tampoco, con la circulación de directores, actores, autores, se generan cosas muy ricas. En mi caso, por ejemplo, tengo un grupo grande de actores y actrices con los que trabajo, con algunos hace mucho tiempo, pero no lo hacemos sistemáticamente como compañía estable. Nos vamos juntando cuando podemos y encaramos un proyecto. Hoy en día es difícil generar una compañía sin apoyo externo, económico, sobre todo. Las grandes compañías tienen algún apoyo en general, probablemente estatal. Por ahora hacemos esta especie de teatro de guerrillas: nos juntamos en el monte, hacemos una pequeña guerrilla, nos separamos de vuelta y luego volvemos.

Hay algo del teatro off o periférico, alternativo, como lo quieras llamar, que tiene que ver más con el desafío y con la conquista. Si hacés un éxito con un material, no buscás repetirlo como estética ni como relato, sino que vas a buscar otra cosa. Ahí hay un devenir que no tiene que ver con la idea de sistematizar sino de búsqueda, de perderse en lugares y ver qué pasa. Lo íntimo es lo colectivo en el proceso de creación. Yo, si fuera por mí, ensayaría mucho más. No sé si me interesa tanto el espectáculo sino el proceso de ensayo. Bartís dice: “Un ensayo es como una patrulla perdida en el desierto”. Estamos todos tratando de generar algo que sea conmovedor, poderoso, que sea bello. Esos lugares son de mucho goce y placer, están muy territorializados.

Y mientras pueda quiero hacer solo lo que tengo ganas realmente de hacer, lo que me genera deseo. Eso es lo que retroalimenta la energía.

Público y sala

Es compleja la idea del público, porque es una entidad abstracta. Para mi es alucinante la la diversidad. Nosotros tratamos de generar vínculos con los barrios. Cuando estamos en un teatro salimos a volantear, a convocar a la gente. A mí me interesa la diversidad del público, no solo el público culto teatrero que sigue los espectáculos del off, que es súper bienvenido por supuesto, pero también me interesa y trato de que venga un público más amplio. No creo que sea un iconoclasta o un artista que hace una cosa demasiado compleja que no se pueda entender. En el teatro tenemos vocación por lo popular; si bien no somos populares en términos de cantidad de espectadores, sí tenemos la vocación del teatro popular, que viene de esa línea de Barletta, del teatro independiente de los cincuenta, los sesenta y los setenta.

Somos un teatro del circuito independiente que tiene una de las salas más grandes del circuito, la Sala Somigliana, de ciento ochenta localidades. Eso es a veces un problema, porque es difícil encontrar programación para esta sala, es difícil encontrar espectáculos que resistan esa cantidad de espectadores. Nosotros no exigimos que la sala esté llena, pero es difícil encontrar directores que se animen a una sala tan grande. La sala de abajo tiene sesenta localidades, y recibimos muchos más pedidos para programar ahí. En ese sentido el teatro se ha ido achicando: salas de treinta, veinte, diez localidades. Lo cual es interesantísimo, pero esas cantidades no te permiten vivir de la función.

Siempre entendí que lo que me hace feliz y me concilia con la vida es hacer el espectáculo que quiero hacer; y después correrá la suerte que corra. Si hay cincuenta, treinta o cien personas en la platea, no me cambia demasiado. Soy feliz cuando veo el espectáculo y digo: “Esto es lo que quería hacer”.

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