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LILIANA WEIMER / Abasto Social Club
reunirse, crear y trabajar en grupo
El teatro es una herramienta de transformación social, espiritual. Por algo no ha muerto.

Cuando fue la crisis del 2001 me fui a México, donde ya había vivido, pero enseguida me di cuenta de que me iba a costar reinsertarme allí. Más allá de toda la problemática del país, sentía que mi lugar era éste, Argentina. Buenos Aires más precisamente.

Yo creo que la actividad cultural es lo que siempre ha salvado a nuestro país, y a nuestra ciudad. Y sentía que en un momento de crisis profunda, como la que tuvimos en aquel momento, la actividad cultural y fundamentalmente la teatral fue muy importante. Sentía que tenía que estar acá, y surgió la posibilidad: un amigo compró un espacio y me dijo si quería manejarlo. En principio iba a ser con él, pero como no era del palo teatral sino más bien empresario, estuvo unos meses y no aguantó, porque llevar adelante este tipo de espacios no es para ganar dinero, ni mucho menos prontamente, como él quería. A partir de ese momento empezamos a alquilar el espacio junto con Valeria Casielles, con quien me asocié desde entonces.

No es casual que en esa época, entre el 2001 y el 2003, se abrieran infinidad de salas en Argentina. Se hacían necesarios lugares para reunirse, para crear, para seguir trabajando en grupo; de ese modo florecieron gran cantidad de espacios.

El teatro es una herramienta de transformación social, espiritual. Por algo no ha muerto. Se mantiene porque la gente lo requiere, lo necesita; también los que lo hacemos lo necesitamos. Es un lenguaje con el cual podés comunicar muchísimas cosas que de otra manera no se puede, y también es una herramienta de transformación, porque toca lugares clave del ser humano. El teatro es colectivo, plural, siempre es con otros. Es un arte vivo y necesario para la supervivencia del ser humano. Siempre da cuenta de lo que pasa; si no habla explícitamente  de la realidad, lo hace poéticamente.

Cambio de rumbo

Cuando largué mi trabajo como actriz en México lo hice en un momento muy bueno económicamente en lo personal. Trabajé muchos años en el rubro comercial, pero en determinado momento eso perdió sentido para mí y empecé a aburrirme. Cuando vine acá me agarró la debacle de fines de los noventa, pero me fui incorporando a actividades que me daban mucho más placer. No solo en lo teatral, también en otros campos. Fueron búsquedas de crecimiento, de encontrar un sentido a la vida, a lo social, a la pregunta sobre para qué estamos. Y a pesar de las penurias económicas, esta búsqueda me producía otro tipo de satisfacción personal, con la vida.

Trabaje muchísimo en rubros de teatro comercial y mi vida era distinta. No lograba la autoexpresión que realmente quería. No es que lo desprecie pero el rubro comercial es para ganar dinero, vivir, y a veces hacer cosas dignas y buenas, pero no siempre. Un emprendimiento comercial se rige por valores de taquilla, de entrada, entonces vos tenés que ofrecer una cosa mucho más complaciente para el público. A partir de insertarme en lo que es el teatro independiente y manejar un espacio siento que hay encontré un sentido. En esto, si no tenés pasión, no aguantás mucho. En el teatro independiente te podés dar el lujo de experimentar, arriesgar, incluir nuevos lenguajes, dramaturgias, trabajar con los nuevos directores, actores. Y de acá sale lo que después marca una tendencia.

Subsistencia

El objetivo del Abasto Social Club, como el de otras salas independientes, no es el rédito económico. No vivo del espacio; tengo una jubilación y trabajo como actriz eventualmente, así voy tirando. A veces sacamos lo que llamamos un “viático” con mi socia. El resto de la gente sí cobra honorarios, pero nosotras cobramos un viático, cuando se puede. Los veranos son en general tremendos; ahí tenemos que poner dinero nosotras, que después recuperamos. Y es así, una cadena. Ya nos acostumbramos a vivir así.

A medida que vas creciendo y programando o posicionándote en la actividad también vas teniendo mayor acceso a cierto tipo de ayudas del Estado, subsidios, o a proyectos que funcionan de manera privada. Es todo una cadena, porque para acceder a esa dinámica necesitás estar mejor equipado, tener mejor currículum, aumentar la capacidad de la sala. Muchas veces si nos entra un dinero lo invertimos en realizar mejoras de la sala, justamente para seguir produciendo mejor.

La comunidad

Soy parte de la Asociación Argentina de Teatro Independiente (ARTEI) que nuclea a la mayor parte de las salas independientes de Buenos Aires. Venimos trabajando muy bien en la asociación, que cumple veinte años el próximo año. Trabajamos juntos y organizados con el resto de las salas de la ciudad y abordamos las problemáticas que se nos van presentando de manera conjunta. Yo estoy en la Comisión Directiva hace años, soy la presidenta; eso me da algunos dolores de cabeza pero también muchas alegrías porque cuando logramos políticamente cosas de manera conjunta o cuando logramos cosas para toda la comunidad teatral es una gran satisfacción. Es algo que a esta altura de mi vida me reconforta mucho.

En el campo del teatro me siento partícipe de algo que puede llegar a ser de utilidad para otra gente. Entonces, con eso, ya está… Con  “utilidad” me refiero a producir cosas que le hagan pensar o sentir algo a otra gente. Que le hagan cuestionarse algo, producir pequeños o grandes cambios en la sociedad. En el rumbo que me encantaría que las cosas tomaran. A mí, humildemente, y a muchos que me acompañan.

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