Soy escenógrafa, vestuarista y docente. Fui durante algunos años actriz y mientras estudiaba actuación era algo natural mio hacer las escenografías, los vestuarios, la parte visual de los espectáculos en los que participaba. En algún momento me empezaron a llamar mis compañeros para que los ayude o les haga una devolución, y ahí se empezó de a poco a transformar todo. Decidí estudiar, porque hasta ese momento todo lo hacía de manera intuitiva. Y estudié mucho: dibujo, caracterización, dramaturgia, escenografía. Con el mundo textil ya tenía afinidad porque en mi familia tenían sederías, entonces me era cercano ese universo. Cuando alguien me quiso pagar por mi trabajo en estas áreas, comenzó a tener un valor importante dentro de mi vida. Empecé a dedicarme a esto porque se metió, empezó a empujar, a tomar mi tiempo y espacio, y se fue transformando en mi profesión.
Haber sido actriz marcó la manera en la que diseño vestuario y escenografía. Uno tiene un pensamiento que no está escindido; el pensamiento del diseño no está hecho sólo de aspectos plásticos. Siempre estoy pensando desde adentro del teatro, dando vuelta el ojo. Puedo estar por fuera, mirando un ensayo, y ponerme en el lugar del actor e imaginar cómo está viendo, qué está haciendo, por qué lo hace, para pensar cómo colaborar. Hay un cordón muy fuerte que me une a la dinámica específica del escenario, aunque ahora esté mirando desde otro lado.
El derecho a probar
Me interesa aportar desde adentro del trabajo y que mis aportes puedan formar parte del hecho dramático en las escenas. Sumar para que el actor o las actrices atraviesen lo que tienen que contar, poder alumbrarle alguna zona al director. Cada lenguaje es un discurso en paralelo; dice sobre la obra y dice también algo más, que tal vez la palabra no esté enunciando. Todos nos juntamos para pensar acerca de un objeto que es la obra; cada uno aporta algo y así surge lo interesante en esta tarea. En el teatro, pienso que los goles se hacen en el campo del ensayo, y si vos estás en tu casa haciendo un trabajo solitario, te los perdés. Así que me sumo, estoy mucho en los ensayos, pruebo. Cuanto más tiempo estoy en la cancha, embarrándome las patas, mejor. También para apropiarme del ensayo como lugar para equivocarse, para probar cosas y ver si funcionan. El vestuarista y el escenógrafo tienen no solo el derecho sino la obligación de probar, sobre todo en los ámbitos donde el sistema de producción te lo permite.
En el teatro independiente, que es el 70% de mi producción, no contás con mucho dinero pero contás con algo mucho más valioso que es el tiempo. Entonces si lo que tengo a favor es el tiempo, es de lo que me tengo que apropiar. Después de tanto trabajar uno está capacitado para abordar situaciones de emergencia en otro tipo de producciones, como el teatro oficial. Ahí aprendés mucho de la inmediatez, tratando de aportar algo cuando hay que estrenar muy rápido. Pero en general trato de acoplarme a procesos que cuentan con un tiempo por delante, donde puedo hacer un aporte más significativo, que impacte no solamente el día del estreno en el espectador.
Recursos producidos colectivamente
En el campo del teatro independiente, uno no solamente es diseñador sino que es también productor; tiene que poder manejar los recursos. Si bien ahora apareció la figura del productor en el teatro independiente, uno sigue teniendo un poco la tarea de administrar recursos. Te dicen cuánto dinero hay y vos sabés que vas a tener que moverte con eso; o te dicen que no hay más, y también sos el encargado de generar recursos. Los recursos son también los gestos zonzos y delicados de pedir prestadas cosas, poner cosas de uno.
En el tipo de obras que me interesan, en general al principio hay un desorden creativo. Tal vez la obra todavía no está, o está en hay una parte, que se va modificando a medida que se trabaja. Al inicio hay un corrimiento de las áreas de escenografía, vestuario, música, dirección. A veces el vestuarista no habla del vestuario porque aún no está la obra. Hablás de lo que ves, lo que sucedió en la improvisación. Eso genera un espíritu de obra colectivo y una apropiación del material; no hay algo mío que esté tratando de defender o imponer. Se va diluyendo una tensión y se genera una trama muy poderosa de trabajo verdaderamente colectivo. Lo colectivo empieza a ser el objeto; el objeto-obra, que se empieza a gestar.
Recibir y transmitir
Me acerqué a la docencia porque ofrecía la posibilidad de volverse un espacio para sobrevivir económicamente, un lugar de reflexión que me permitiría seguir estudiando y vinculándome con el teatro. Y descubrí que tiene un lugar creativo enorme, de experimentación e intercambio. Aunque uno tenga la responsabilidad de ofrecer un buen programa, hay algo que se genera a partir de las preguntas y respuestas que surgen ahí mismo, en un acto de reflexión que es conjunto.
La mayor parte del cine que vi en la universidad fue una semilla que hizo crecer adentro mio muchas posibilidades creativas. Los autores que leí. El entusiasmo de un docente que da una clase a las once de la noche. Y la formación por fuera de las instituciones: con Bartís, Dreyer, dramaturgia con Kartun, todos los maestros. Personas muy apasionadas a los que veía no solo dando una clase, sino reflexionando. Ahí empecé a preguntarme si podía ser docente, siempre con mucho respeto.
Los primeros años me encerraba dos días antes a preparar una clase, volvía a mi casa con fiebre. Hoy sigo siendo muy obsesiva; cuatro, cinco horas antes de una clase no entro en contacto con nadie. Y doy clases hace ya siete años. Para mi ir a dar una clase tiene algo de sumirse en un estado.
Hablamos de todo eso en las clases: de teatro, de filosofía, de historia, de escenografía. Conseguí un calzado de 1910 en una subasta. Lo ví y pensé: “Vamos a tomar quince minutos para hablar de este calzado. De la época, de los materiales, del pie tan pequeño que tenía una mujer en 1910, de cómo cambió el cuerpo a partir del uso de los calzados, de lo que pasó socialmente con la mujer”. Hablamos también de poesía mientras hablamos de calzado. “Mirá tenía un juanete”. Veo un zapato y pienso en la persona que lo usó y tengo una obra.
Poder reflexionar sobre muchas cosas a partir de lo que hacés, sobre qué te sucede, sobre amor, política, el mundo, hacer una actividad que no te distancia ni te aliena: yo creo que doy clases por todo esto.
Armar redes
¿Con cuántas áreas se vincula uno? El vestuarista se vincula con un peluquero, con el que realiza pelucas, los que venden materiales para pelucas, que son cuatro o cinco personas, con un zapatero, con alguien que realiza sastrería masculina y femenina, con los que venden los textiles, los avíos, los sombreros, los que realizan las estampas de telas. Transmitir el trabajo implica transmitir también la situación de los oficios. Estoy muy comprometida con trabajar para que se conozcan los oficios que intervienen en una realización. Para mi es muy importante que eso no se pierda. En Facebook tengo el listado de realizadores, el de vestuario lo tengo hace añares y el de escenografía lo empecé hace poco. Porque existe esta cosa caduca (no es todo rosa en el ambiente) de la gente que se guarda la información. Esa lista creció; una vez por mes la actualizo, la hago circular y la gente la comparte. En general quedo muy conectada con los alumnos, puedo preguntarles algo a ellos y me gusta que ellos me pregunten. Hay que sobrevivir de alguna manera: armando redes es una, me parece.