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150 años de La Boca. 1870 – 23 de agosto – 2020

Día del barrio: por la ley 944, sancionada en 2002, la Legislatura de Buenos Aires instituyó el 23 de agosto como  “Día del Barrio de La Boca”  para conmemorar  la creación del Juzgado de Paz de La Boca del Riachuelo en 1870.

El emblema tiene la cruz de gules que es la misma del escudo y la bandera de la ciudad de Génova. La cruz del escudo divide al campo en cuatro cuarteles. El  primero  muestra la imagen del Puente Transbordador Nicolás Avellaneda. El segundo campo muestra un velero, por el carácter portuario de la zona. El tercer cuartel -a través de una paleta de pintor- rinde homenaje al gran artista Benito Quinquela Martín. En el cuarto están dibujados un engranaje, un martillo y una tenaza, por el mundo del trabajo y la industria.

 

Lo que fue, será.
Fue La Boca uno de los barrios que motorizó el progreso de la ciudad, en una época de industrias, astilleros, frigoríficos, barracas, fábricas y puerto. La cuna de bohemios artistas, de Quinquela, Lacámera, Filiberto y cientos más. El refugio de anarquistas, socialistas, clases obreras y rebeldía social. Fue en los conventillos poblados de inmigrantes donde M’hijo el dotor se hizo realidad. Donde vivió la fiesta en la calle, las cantinas, el carnaval y el encuentro familiar. Fue cuna de sociedades de socorros mutuos, teatros, bibliotecas, donde la solidaridad siempre fue una regla general. Vio nacer a River, a Boca y decenas de clubes barriales más.

Para muchas familias fue un peldaño hacia el ascenso social, y una buena parte emigró. Después vino la etapa en la que todo se empezó a decaer: el puerto, la industria, las empresas… La desidia de los gobiernos nunca actuó ante el inexorable declive de un barrio que se fue quedando sin trabajo, sin oportunidad. Más adelante la crisis fue nacional. Aquella Boca que vivió su época dorada, vio reducirse su población casi a la mitad.

Quedó un corpus de vecinos, instituciones y comercios tradicionales, otros no tan viejos, que se instalaron hace años, y una nueva inmigración que llegó buscando trabajo y un lugar donde hacer pie. Ya no es un barrio bajo, hoy lo ahogan otros problemas. Hay miradas de desconfianza y añoranzas de un tiempo que es imposible que vuelva a ser tal cual. Mientras tanto, ya son muchos los que miran con cariño interesado a este barrio privilegiado y piensan por él, intentando apoderarse de su destino: ¿inmobiliario, turístico, cultural?.

Puede verse este libro con nostalgia o como un simple lamento de lo que ya no es. O pueden contagiarse de esas historias de personas sencillas y extraordinarias que de la nada hicieron una festiva realidad. Sentir orgullo de la propia identidad. Un grito de pertenencia en una época de barrios fagocitados por el mercado o reducidos a dormitorio. No está bueno que decidan por vos, que tomen tu lugar. Es tiempo de empoderarse, de mirarse entre vecinos, de trabajar juntos y ser protagonistas del destino de un barrio que quiere más. La Boca está viva. 

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